Uno, si no el principal de los fundadores de la vanguardia en el Ecuador. Una nueva colección de la obra de Hugo Mayo permite a sus lectores conocer más del escritor que rompió con el modernismo en la poesía del país.
El volumen con la poesía de Hugo Mayo, editado en la colección Memoria de vida hacía falta. Simplemente por esa insaciable necesidad de seguir conociendo a alguien que, por obra de la dispersión, es un desconocido. Un heterónimo. Porque tampoco el nombre se corresponde con quien era Miguel Augusto Egas, de origen manabita pero anclado en Guayaquil, y que nunca escribió nada.
Toda la literatura es obra del seudónimo: Hugo Mayo.
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Memoria de vida es la colección de la Casa de la Cultura dedicada a rescatar algunas voces poéticas olvidadas... o excluidas. Este volumen recoge buena parte de su creación dispersa. ¿Por qué dispersa? Porque el propio Mayo entendió la poesía como una ruptura constante, como un modo de encarnar la fragmentación contemporánea, en una sociedad que pasó del modernismo de los “decapitados” al compromiso político, saltándose a trompicones la vanguardia. Incluso, a pesar de que algunos vanguardistas como Gonzalo Escudero y el propio Hugo Mayo hicieron declaración de fe en el socialismo en algunas de sus creaciones. En eso, Mayo se jugó íntegramente. No buscó celebridad con su ruptura poética. Al contrario: se sacrificó en aras de ella, asumiendo una vanguardia radical:
Otra vez el pie desnudo
Y algo voz sin pie
El pie curvo del día
El de sol que nos tropieza
Cuántas veces malévolos
Pies del nunca recuerdo
Cansancio y necedad
En el que pisa
Lo que nunca vimos
Cortado pie tuyo
Pie de lo inesperado
Hundiéndose
Pie tal vez de otro
¿Qué puede pie de la sombra
en la aurora que bosteza?
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Cuando en ciertos poemas “revolucionarios” quiso hermanar la imagen vanguardista con la consigna política, ganó la imagen y la consigna se vació de sentido:
“por las alas de los aeroplanos que
aspiran a líneas insaboras
unámonos
por los corazones uvas dormidas que
han roto las cerraduras del cielo
unámonos
por los hilos transmisores de
parentesco irregular
unámonos.
Cada cierto tiempo, reaparece Hugo Mayo como un fantasma. Cada cierto tiempo, la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas, ha puesto en circulación alguna de sus obras; y en los años ochenta, Carlos Calderón Chico nos entregó una reveladora entrevista que trazó el perfil del poeta (algunos de los reencuentros clave con autores ecuatorianos se los debemos a Calderón Chico).
Pero es su propia poesía la que se niega a sí misma, la que se oculta. Y algunos episodios confirman esa obsesión por desaparecer: ninguna biblioteca ecuatoriana conserva un solo número de su célebre revista de vanguardia, Motocicleta, al punto de poder afirmarse que tal vez nunca existió. Al igual que uno de sus libros, El zaguán de aluminio desapareció extrañamente de las máquinas de la imprenta, cuando estaba a punto de salir a la luz.
Es extraño. Hugo Mayo vivió casi todo el siglo XX, sin embargo, su poesía es una curiosidad de bibliógrafo. Su incidencia en la poesía contemporánea nos la recuerda Raúl Serrano en un extenso y completo ensayo que antecede a los poemas publicados en Memoria de vida, pues Mayo se integró al intenso movimiento vanguardista latinoamericano de las primeras décadas del siglo y colaboró en las principales publicaciones literarias de entonces.
A diferencia de lo que ocurre comúnmente, que llegamos a los movimientos literarios con tardanza –subraya Serrano–, con Mayo “llegamos a la vanguardia puntualmente. Mayo no esperó que ella viniera a buscarlo”.
Hugo Mayo nació bajo el supuesto nombre de Miguel Augusto Egas en Manta en 1897 y murió como Hugo Mayo en Guayaquil en 1988. Familiarizado con el ultraísmo, publicó dos revistas: Síngulus y la misteriosa Motocicleta. Las recopilaciones –o diríamos mejor “recuperaciones”– de sus textos, se publicaron tardíamente: El regreso (1975), Poemas (1976), Chamarasca (1984), El zaguán de aluminio (publicado en 1984, pero escrito en 1921, cuando recién salían a la luz las creaciones del tardío modernismo ecuatoriano), y El puño en alto. Poesía revolucionaria (1992).
Publicaciones tardías, talvez, porque para Hugo Mayo la poesía era una militancia, de allí que lo más recordado de su trayectoria sea su paso por las revistas vanguardistas de América Latina.
“Pasados los fulgores y vehemencias de los años de la vanguardia histórica (1920-1940) el poeta se exilia en el silencio y la marginalidad”, escribe Raúl Serrano.