La FIFA saca pecho: “Con más de 200 millones de jugadores en activo, el fútbol se ha convertido en una de las más flamantes industrias del ocio, abriendo nuevos mercados en el mundo”. El actor se saca la máscara: el fútbol es una de las más rentables actividades del show business, lo deportivo es secundario.

Gran parte del negocio se mueve en las pantallas chicas con los derechos de transmisión como las perlas de la corona para los clubes y federaciones nacionales. Según un reciente informe de la Agencia France Press (AFP), el movimiento puede superar los 100 millones de dólares en un año. De ahí que “la televisión y las empresas productoras aportan el dinero suficiente como para poder sugerir muchas veces modificaciones en los días y horas de juego... y que sus propuestas sean escuchadas con esmero y devoción”.

Pero un espectáculo que involucra a 200 millones de practicantes y cientos de millones más de seguidores no puede ser considerado un asunto estrictamente privado. “América Latina es el contenido y el fútbol es el continente. En esta región el fútbol lo devora todo... Es monopólico, excluyente, hegemónico y tiránico”, declaró en alguna ocasión el escritor mexicano Carlos Monsiváis (según se recoge en el sitio de internet  Iniciativa de comunicación).

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La comercialización de los derechos para transmitir los partidos de fútbol por televisión es, para Monsiváis, una maniobra clasista e intolerable, y pretender sacar hasta el último centavo al fútbol es “como exigir un pago para entrar al paraíso”. El célebre escritor concluye que “el fútbol debe seguir siempre a la vista de todos. Ese es su destino lógico. Un paraíso cerrado contradice la esencia del juego”.

Monsiváis mete la mano en la herida porque se está llegando a niveles intolerables donde los derechos de transmisión están anulando los derechos de medios y periodistas a informar y de los ciudadanos a ser informados. Y vale una anécdota para ilustrarlo: los reporteros de TV y radio del continente que desean cubrir la Copa América deben pasar primero por la aprobación de la empresa que tiene los derechos de transmisión como requisito obligatorio para poder hacer su trabajo.

En el país, la situación es más grosera. Solo basta recordar que uno de los episodios más violentos en “la guerra de los canales” sucedió cuando Vito Muñoz pasó una y otra vez las imágenes de Roberto Bonafont y la “humilde cámara” expulsados de un entrenamiento de la Selección durante el Mundial.

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Pero la principal agresión la recibe el aficionado. Sencillamente, tiene que pasarse haciendo zapping para pescar qué canales han arreglado, evadido, negociado, suplicado, intercambiado  para tener las imágenes con los goles de la fecha. En las circunstancias actuales los grandes beneficiados son Canal Uno y Teleamazonas que cerraron tratos con la mayor cantidad de clubes y, al mismo tiempo, los más importantes. En la jornada de los play off del miércoles, el canal 4 para Quito y 5 para Guayaquil tuvo el privilegio de poder transmitir los dos encuentros y luego repetir los goles cuantas veces quiso. Canal Uno tuvo esas imágenes porque ya se sabe: “dando y dando”.

El resto de televisoras se acomoda como puede. Gamavisión recurre a la cortesía de TV Cable, empresa que comercializa las transmisiones para los usuarios de la TV pagada a razón de 10 dólares más IVA. Como todo queda en familia, TC también tuvo acceso a los goles del juego de Barcelona. ¿Cuenca-Liga? Un letrerito con el resultado y vamos a la siguiente nota.

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Ecuavisa logró meter una cámara en el Alejandro Serrano de Cuenca para captar imágenes desde la tribuna, lejanas… algo es algo, y en esas circunstancia un gol es una toma que vale oro. ¿Barcelona-El Nacional?, Patricio Jarrín puso su mejor cara y siguió adelante.

Con cuatro hombres en pantalla: un analista táctico (Polo Carrera),  uno arbitral (Byron Moreno), uno… bueno, uno (Vito Muñoz) ,  y un rostro con acento argentino (Alfaro Moreno), Copa de Telesistema ofrece a su audiencia las interesantes imágenes de los exteriores del estadio de Barcelona. Cuando Polo Carrera hace el análisis técnico–táctico es un delirio: el espectador debe imaginar lo que el profesor marca en la pizarra. Y dado que el comentarista está en Quito y no pudo ir al estadio, uno se lo imagina viendo el partido en otro canal, para a las 23h00 hacer las veces de un guía para ciegos.

Lo más terrible es que los periodistas deportivos ya ni siquiera se hacen mayor problema. No exigen el derecho a tener información, no debaten hasta dónde van los derechos de transmisión y hasta dónde los derechos a la libre información, no cuestionan si la propiedad sobre las imágenes significa negar la posibilidad de tener equipos de reporteros con sus cámaras en el interior de los estadios. Nada de nada. Si logran tener las imágenes bien, sino, ¡a otra cosa que la vida dura poco!

Los presentadores deportivos de TV se ha adaptado rápidamente al statu quo, probablemente con la idea de que mañana los canales donde trabajan podrán poner más billetes sobre la mesa y ahí sí la tortilla dará la vuelta. O simplemente para no entrar en conflicto con esos poderes omnímodos que son los clubes y la Federación Ecuatoriana de Fútbol… No vaya a ser que después les nieguen la entrada incluso a los entrenamientos.

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No obstante, hay derechos vulnerados y existen damnificados directos: los aficionados que no pueden tener información libre y de calidad. ¿Quién vela por ellos? Leía que en México se debate en el Congreso una ley para obligar a la transmisión en señal abierta de los partidos de la Selección. ¿En el Ecuador será necesario llegar al extremo de que sea el poder político el que obligue a que prevalezca la libertad de información?

Pero, además, la imposición de los derechos de transmisión sobre la libertad informativa, pone al oficio periodístico ante una práctica nefasta: el comunicador cuyo medio más paga obtiene la noticia. Aquella idea del reportero quemando los zapatos para conseguir datos y contrastarlos está en vías de extinción, por lo menos en lo futbolístico. Véase lo que sucede con los noticieros deportivos de Canal Uno: casi en su totalidad están dedicados a difundir los goles y jugadas de los torneos que han podido adquirir. Fuera de eso, pocas noticias y a destiempo.

Los historiadores registran que en 1954 el fútbol desembarcó en la pantalla chica con la transmisión del Mundial en Suiza, observado por más de cuatro millones de europeos en ocho países. Es decir, la relación fútbol-televisión tiene más de 50 años. Hoy estamos en la situación límite, con monopolios danzando con dinero en sus manos, mientras el aficionado debe ver letreritos que le cuentan de partidos cada vez más lejanos.

Cada fecha del Campeonato, el fanático del fútbol se sumerge en un caos informativo. Para poder mirar los goles, debe hacer zapping por todos los canales y pescar cuál tiene la información privilegiada. El miércoles, Teleamazonas fue el favorecido: transmitió los dos partidos. Gamavisión tomó imágenes de TV Cable. Ecuavisa tuvo una cámara en el estadio cuencano y no mostró nada del juego Barcelona-El Nacional.