Cuando supe la noticia de que una abrumadora mayoría de honorables diputados había aprobado finalmente la devolución anticipada de los Fondos de Reserva, vinieron a mi mente dos exclamaciones, ambas con palabras idénticas, pero cuyo significado es muy diferente por razones fonéticas. Diferencia que se nota, obviamente, al escuchar. Pero si dichas exclamaciones no van a ser oídas sino leídas –como lo verán a continuación–, salta entonces a la vista la importancia de la tilde, esa virgulilla o rasgo mínimo que algunos pasan por alto, pero que según se ponga o no se ponga sobre determinada letra y palabra puede cambiar radicalmente su significado y hasta el espíritu de toda la frase donde se encuentra.

La primera exclamación que me vino cuando supe el desenlace de la comedia tan bien representada en el Congreso por todos los diputados, cada cual en su papel, fue la siguiente: ¡Que viva la demagogia! Así, sin tilde alguna.

Pero, no obstante la ironía que denota el vivar la demagogia (algo que es malo en sí mismo, nada menos que la degeneración de la democracia, como ya lo advirtió Aristóteles hace la bicoca de 2.500 años), no me satisfizo del todo la exclamación.

Es que, aunque fuera de modo irónico, de todas maneras el vivar implica expresar alegría y aplauso. Lo cual coincide con el estado de ánimo de los propios diputados demagogos, avezados en este tipo de malas artes electoreras, que deben estar muy contentos y alentándose mutuamente con lo que han hecho.

Y coincide también con el estado de ánimo de la inmensa mayoría de los afiliados a ese sistema de estafas que es el IESS, que venían exigiendo y ahora aplauden la devolución anticipada de sus Fondos de Reserva. Actitud muy explicable, pero no menos lamentable, surgida del estado de necesidad de muchos y de la justificada desconfianza de todos, de lo cual se aprovechan los diputados demagogos.

Por eso vino a mi mente la segunda exclamación, con palabras idénticas pero con un significado y un espíritu muy distinto que los lectores podrán fácilmente advertir gracias a la modesta tilde que pinto en la primera palabra de la misma frase: ¡Qué viva la demagogia! De esta manera ni formalmente se está vivando, ni pesimistamente admitiendo que tenga larga vida la demagogia en nuestro país. Porque el evidente significado de esta segunda exclamación es destacar la viveza de los diputados demagogos, entendida –como lo hace el Diccionario de la Lengua Española–, en su acepción de “acción poco considerada”, en este caso totalmente desconsiderada con su deber legislativo y patriótico de corregir los defectos del IESS y cambiar el corrompido e ineficiente uso que el actual sistema de previsión y seguridad social solapa, también respecto de los Fondos de Reserva.

Además, esa segunda exclamación escrita con tilde destaca otra acepción del mismo Diccionario respecto de la voz “vivo”, o “viva”, esto es “que aprovecha las circunstancias y sabe actuar en beneficio propio”. En este caso no obstante resulte ser dicho aprovechamiento en desmedro del Ecuador, de su economía, de la seguridad social y de los mismos afiliados, aunque estos no lo vean así, enceguecidos por su justificada indignación y desconfianza hacia el IESS y los poderes públicos, y obnubilados por las penurias económicas.

La solución frente al mal uso actual de los Fondos de Reserva no es suprimirlos en la práctica del sistema de previsión y seguridad social. Ni tampoco pasarle vivamente la pelota al Presidente de la República, para que decida si opta por conservar su precaria estabilidad política, cohonestando total o parcialmente la demagogia de los diputados; o, por el contrario, si cumple con su deber jurídico, administrativo y ético de vetar totalmente la irresponsable reforma aprobada por el Congreso Nacional por más popular que sea. ¡Vaya disyuntiva entre el desastre económico social y la eventual caída de otro gobierno en la que pone al Ecuador la demagogia!