La letra de una antigua canción dice: caminando por el mundo se ven ríos y montañas, cerros y quebradas, pero no se ven ni puntos ni rayas, pues esas cosas no existen sino que fueron creadas para que tu hambre y la mía vivan siempre separadas.
Actualmente cuando somos ciudadanos del Sur y viajamos al Norte, los países a los que llegamos nos reciben con perros amaestrados que nos huelen, garitas con personas uniformadas que escudriñan nuestros documentos y nos hacen preguntas inesperadas. Los marcos con sistemas electrónicos pitan a la menor señal de objeto metálico, así se trate de una prótesis… Este planeta nuestro, dicen los astronautas, es un hermoso hogar celeste en la inmensidad del cosmos, al que se desea volver y del que se percibe la unidad. ¿Será que todos tenemos que viajar al espacio para descubrir la hermandad fundamental que nos une?
Ser extranjero, proveniente de culturas diferentes o de países empobrecidos, levanta sospechas.
Hemos pasado de la realidad de los refugiados políticos, aquellos que salían de sus países de origen para salvaguardar sus vidas de las dictaduras, a los actuales refugiados económicos.
Frente a ellos, nuestras sociedades están aterradas. No los ampara una ley de trato humanitario que en principio, por lo menos, favorece a los desplazados por la violencia de la guerra. La guerra del hambre no la consideramos tal y ella mata a miles, en el mundo, diariamente. Queremos enfrentar los éxodos en búsqueda de alimento y seguridad exigiendo visas. Parece que lo único que se puede mover libremente son los capitales, que han perdido sus vínculos con las personas y el trabajo, convirtiéndose en una realidad en sí misma, que se reproduce y crece como un tumor maligno.
Los refugiados económicos se convierten en verdaderos motores en las sociedades que los acogen, porque lo que quieren es trabajar, mantener a sus familias, vivir con dignidad. Esta realidad no es fruto de la mala suerte, del azar, del clima o de la raza. Es consecuencia de un sistema inhumano y cruel. El tercer mundo está al margen del mundo moderno, no cuenta. Lo injusto del contraste entre el lujo y el hambre, entre minorías que viven en la abundancia y mayorías que lo hacen en la miseria es flagrante. Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, los países ricos e industrializados tienen el 25% de la población mundial, el 85% de las riquezas del mundo y dominan el 90% del mercado. Las masivas manifestaciones Pobreza Cero, realizadas al mismo tiempo que las reuniones del G8, agrupación de los países más ricos del planeta, se vieron respaldadas por el acuerdo que destinará el 0,8% de sus riquezas para que la pobreza desaparezca. Se trata casi de un error de redondeo en las cuentas… Con tan poco se puede hacer tanto…
Cierto es que en el flujo migratorio pueden llegar personas que amenazan la convivencia ciudadana, pero su presencia solo crece y se arraiga cuando el país que las recibe tiene condiciones que favorecen su desarrollo. Acabo de regresar de Barcelona, las autoridades y la ciudadanía están alarmadas por la presencia de pandillas de origen latinoamericano. El tema de las reuniones era: Bandas latinoamericanas, ¿embrión o realidad? Muchos de los jóvenes que integran los grupos son ecuatorianos. Nuestros compatriotas están sumamente preocupados por la imagen que como conglomerado están adquiriendo.
Es inevitable evocar todo esto cuando creemos que exigir visas es garantía de seguridad. La seguridad pasa por otras medidas… Cuando vivamos la profunda hermandad que nos une como seres humanos y como pueblos, cuando descubramos el valor político de la equidad, la integridad y la confianza, cuando aceptemos el desafío de recorrer el camino juntos, podremos pasar de considerar al extranjero como amenaza, al extranjero como huésped de la casa común que compartimos.