Bush ha criticado públicamente el acuerdo de Yalta en al menos otras seis ocasiones, por lo general en Europa del Este, pero nunca con tanta severidad.

Cuando el 7 de mayo el presidente Bush declaró en Latvia que el acuerdo de Yalta de 1945 condujo a “uno de los mayores errores de la historia”, volvió a encender un debate ideológico de la época de Joseph McCarthy. Durante más de una semana en Estados Unidos la izquierda y la derecha han discutido sobre las palabras del Presidente y han vuelto a debatir el acuerdo al que llegaron Franklin D. Roosevelt, José Stalin y Winston Churchill, en un antiguo centro recreativo zarista en la ciudad crimea de Yalta en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial.

Bush ha criticado públicamente el acuerdo de Yalta en al menos otras seis ocasiones, por lo general en Europa del Este, pero nunca con tanta severidad. Entre el polvo levantado con la pelea, las preguntas centrales para los observadores de la Casa Blanca son estas: ¿Cómo fue a dar el inesperado ataque contra Yalta al discurso del Presidente? ¿Qué motivó su idea? ¿La Casa Blanca esperaba la secuela?

El acuerdo de Yalta reconoció en efecto la hegemonía soviética en Europa del Este y estableció el escenario para lo que después llegó a conocerse como la guerra fría. Desde el punto de vista de muchos conservadores, el moribundo Roosevelt no hizo otra cosa en Yalta que vender Europa del Este al control soviético durante los siguientes 50 años. Desde el punto de vista de los liberales, incluidos historiadores importantes, Roosevelt cedió Polonia y partes del este de Europa a Stalin porque el Ejército Rojo controlaba el territorio de todas formas, y Yalta no cambió ninguna realidad en particular.

Bush no solo tomó partido junto con los conservadores en su discurso en Riga, la capital latvia, sino que además asumió un punto de vista más duro contra el acuerdo de Yalta que el de ningún otro presidente estadounidense, incluido Ronald Reagan. La formulación más impugnada fue la de que Yalta siguió la “tradición injusta” del tratado secreto de no agresión entre los nazis y los soviéticos conocido como el pacto Molotov Ribbentrop y la contemporización británica hacia Hitler en el pacto de Munich.

“Lo que ya es bastante”, dijo John Lewis Gaddis de Yale, uno de los principales historiadores de la guerra fría. “Los pactos de Munich y nazi-soviéticos hicieron que sucedieran las cosas. Yalta no cambió nada. Si no se hubiese llevado a cabo la conferencia de Yalta, de todas formas se habría dado la división de Europa en dos grandes esferas de influencia”.

Robert Dallek, un historiador de la Universidad de Boston y experto en la política exterior de Roosevelt, está de acuerdo. “Los republicanos han estado dándole a este tema desde finales de la presidencia de Roosevelt, y han estado sistemáticamente equivocados”, dijo. “La idea de que Roosevelt y Churchill cedieron Europa del Este a los soviéticos es absurda”.

Los conservadores son igual de categóricos. En su columna del miércoles pasado, distribuida en diversos periódicos, Patrick J. Buchanan escribió que Bush dijo “la terrible verdad” sobre quién triunfó en realidad en la Segunda Guerra Mundial al este del Elba: “Fue Stalin, el tirano más aborrecible del siglo”, y el pacto que Roosevelt y Churchill firmaron conjuntamente en Yalta fue una “mentira monstruosa”.

El discurso de Bush fue escrito por Michael Gerson, asistente del Presidente en planeación política y estratégica y otrora principal redactor de discursos que todavía mete mucho la mano en los principales discursos de Bush.

Un funcionario gubernamental dijo el viernes que en las discusiones sobre el discurso de Bush, el objetivo fue el de hacer la observación de que “los países necesitan revisar sus pasados”. En este caso, la Casa Blanca quería hacer la observación de que el presidente Vladimir V. Putin de Rusia, el anfitrión de Bush al día siguiente, debería disculparse por el pacto Molotov Ribbentrop, que condujo a la anexión soviética de Latvia y los otros estados bálticos.

Así que la aseveración de Bush sobre el fracaso estadounidense en Yalta fue percibida en la Casa Blanca como un modelo para lo que Putin debió hacer, pero que no hizo. También fue un puñetazo al ojo de los rusos, un bálsamo para los anfitriones bálticos de Bush y un esfuerzo para contrastar lo que Bush promueve como su visión inflexible para que haya democracia en el Medio Oriente con lo que él percibe como la conveniencia del pasado.

El funcionario gubernamental, quien solicitó anonimato porque quiere que las palabras del Presidente hablen por sí mismas, dijo que la Casa Blanca no anticipó las secuelas de la polémica de la semana pasada ni tampoco nadie allí discutió lo que llamó la política yaltesca, “desagradable y estúpida”, en la época de McCarthy. “El punto es que fue un acuerdo pésimo”, dijo el funcionario.

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