En el proceso de la reorganización de la Corte Suprema de Justicia, se repitió –y en peores condiciones– la práctica de ofender destituyendo y designando profesionales en plancha.

Cuando en mayo de 1997, en consulta popular, los ciudadanos decidieron que se vote por personas y no por plancha, se reivindicó el derecho de los ecuatorianos a ser identificados con nombres y apellidos, capacidades y experiencias.

Lector, recuerda el cuento de burundanga o matanga. Un grupo de hombres fue plagiado por otros, que les dieron a escoger burundanga o matanga. Sospechando que lo último era muerte, el primero escogió burundanga, le bajaron los pantalones y le hicieron lo que usted se imagina, muriendo el infeliz sujeto. El segundo, para defender su honor, pidió matanga, le dijeron “si, pero primero burundanga”, con lo cual le pasó lo mismo que al primero.

La corrupta clase política del Ecuador, que formuló la consulta –o por personas o por plancha– aplicó la fórmula del cuento, si es matanga también burundanga, y estableció que se podía votar por persona o por plancha, para todo.

Por plancha se vende o se compra cangrejos, pero no puede ser que se ofenda a profesionales del derecho, tratándolos en plancha.

Es verdad que el mal ejemplo lo impuso la mayoría del Congreso de 1997, cuando irrespetó el proceso de evaluación de candidatos a magistrados de la Corte Suprema de Justicia, designándolos en plancha, excluyendo a juristas que fueron evaluados con el máximo puntaje e incluyendo a algunos que pasaron raspando.

El pasado jueves 9 de diciembre, la cosa fue peor, se destituyó en plancha a todos los ministros de la Corte Suprema –y había juristas de mucho respeto– y se designó a otros profesionales en lista, que la corregían a vista de todos –también hay profesionales no cuestionables–, preguntándose a gritos los legisladores, unos a otros ¿quiénes son?

Es verdad que la anterior corte no pudo defender la legalidad, porque le afectó el tufo de la dependencia de una fuerza política, a veces ni siquiera por presión, sino quizás por temor reverencial. Lo cierto es que le quedó debiendo a la justicia. Pero, la lectura sesgada y manipulada de una disposición transitoria de la Constitución, siguiendo la reprochable práctica de que con 51 votos todo se puede, significó ofender a quienes tenían derecho a ser identificados y no tratados en plancha.

Por eso, planteo la consulta popular de rescate de la dignidad de los magistrados de la Corte Suprema, desde la ciudadanía, consulta diferente de la que nunca llega, anunciada por Gutiérrez y Damerval, para que se establezca con efecto inmediato la integración de la Corte Suprema de Justicia y de las cortes superiores, en que se designe por personas y no por plancha.

Si sale antes la Ley de Cooptación, en buena hora, pero lo mejor es que toda la sociedad participe de la necesidad de validar la justicia, sin padrinos, protectores o chantajistas. Que esté a cargo de juristas que todos respetemos.

Los que plantean una consulta más amplia, que incluya la revocatoria del mandato del Presidente y de los legisladores, pueden tener la mejor intención cívica, pero complican las cosas, porque habrá una serie de distorsiones políticas, no convenientes para las circunstancias.