Desde hace dos semanas contamos en el país, por iniciativa de Editorial Planeta, con el Diccionario de Uso Correcto del Español en el Ecuador, de la lingüista y miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, Susana Cordero de Espinoza.
A la primera ojeada me pregunté, con admiración, cuánto tiempo de esfuerzo incuba una obra tan monumental. No hay, talvez, como en el caso del famoso Diccionario de uso de doña María Moliner, –tan bien contado por García Márquez– una historia de precarias condiciones, donde las tarjetas que fichaban las palabras se alineaban en la mesa de centro de la sala y unos niños se sentían rivales del diccionario en la atención de la madre, pero sí años de constante estudio, consultas, recopilación, dictado de clases y escritura.

Plantearse el tema de la corrección idiomática en un medio de hablas tan desiguales como el nuestro, supone tener claras varias cosas. Que el único valor absoluto de la lengua es su comunicabilidad, dice la autora y deja entender por tanto, que lo correcto cae en el terreno de lo relativo y está influido por los contextos; siendo así, resulta indispensable fortalecer criterios de uso a base de lecturas, conciencia de lengua y referentes respetables, digo yo.

Precisamente por tratarse de un idioma con amplios campos de libertad, los hablantes necesitamos de cauces básicos. Este libro, en su innovadora disposición de “diccionario del uso correcto” viene a constituirse en herramienta indispensable.
Por fin tenemos a la mano la elección de la palabra de utilización conflictiva, su significado, su fundamental consideración gramatical, la aclaración del error en que generalmente se cae, y un ejemplo de uso acertado. Como no se ha olvidado de nada, integra los deliciosos ecuatorianismos, los invasores barbarismos con clara indicación práctica –ponerlos en cursiva o entre comillas cuando son indispensables–, saca al aire detalles y precisiones con consejos de inmediata aplicación (¿sabía usted que entre apóstrofe y apóstrofo, donde solo media una letra hay dos significados completamente distintos?, o ¿que el verbo ‘trastocar’ es regular y ‘trastrocar’ que es el único que significa mudar o cambiar algo, es irregular y nos exige conjugar ‘yo trastrueco’?).

Por tanto, en cada una de sus siete mil quinientas entradas encontraremos varias informaciones de utilización inmediata, y todo ello junto a las razones para adquirir conocimiento y seguridad. Este DUCE –cuya sigla debe hacérsenos tan familiar como la del venerable DRAE–, siendo una puerta abierta a la más cercana realidad idiomática del Ecuador, invita a vivir con el oído y el ojo atentos a esas infinitas variaciones que seguirán moldeando al español de nuestro país, para bien y para mal. Es más, Susana Cordero desde el prólogo nos invita a completar su trabajo, a seguir percibiendo las peculiaridades de nuestras hablas, pero también hace un llamado intenso, con ese enorme amor que siente por la lengua española, a no quedarnos en el reducido círculo del coloquio, tan empobrecedor de la palabra y por tanto, del pensamiento.

Creo que nadie ha leído un diccionario en orden de páginas, pero con este, de verdad que dan ganas de hacerlo.