El firmamento está revestido de color celeste. El viento sopla vigoroso. Los campos de Judea están amarillentos porque el trigo está hermoso y listo para ser recogido. El astro rey brilla y quema, anunciando a los segadores que deben organizarse para guardar en el granero tanta riqueza a fin de que sea expendido el trigo en beneficio de sus habitantes. Es el verano que presentó esa hermosa cosecha.
Efectivamente, Jesús eligió a otros setenta y dos discípulos y los envió de dos en dos, delante de Él, a todas las ciudades y lugares adonde debía ir. Les dijo: “La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe obreros a su cosecha. Vayan, pero sepan que los envío como corderos en medio de lobos... Al entrar en cualquier casa, bendíganla antes diciendo: “La paz sea en esta casa” (Lc. 10, 1-5).
Una vez constituida la Iglesia fueron apareciendo las diócesis con su respectivo obispo en la ciudad más importante, que se la conoce como sede episcopal, o arzobispal, si al frente de ella está un arzobispo. Los obispos, sensibles al clamor del Buen Pastor y con el objetivo de tener colaboradores más cercanos en las personas de los sacerdotes o presbíteros, pensaron en su debida preparación para que fueran dignos servidores del pueblo, nuestros hermanos.
Con este imprescindible requisito, resolvieron aceptar a los candidatos al sacerdocio que se albergaron en una casa contigua a la curia diocesana, en donde estudiaron y formaron su corazón para luego de una etapa prudencial recibir la Orden Sagrada del Presbiterado. Así pasaron los siglos hasta que el Concilio de Trento (1545-1563), en uno de sus documentos, decretó que en adelante estos candidatos sean concentrados en un seminario.
Hacia fines del siglo XVI se fundó el Seminario de San Luis en Quito. En tanto que el V obispo de Cuenca, Dr. José Ignacio de Cortázar y Lavayen (1814-1818), a cuya jurisdicción perteneció la Iglesia guayaquileña, con fecha 1 de agosto de 1816, solicitó al Rey de España la aprobación para establecer el Seminario de San Ignacio en Guayaquil. Después de otras etapas, el II arzobispo de Guayaquil, Dr. Bernardino Echeverría Ruiz, ofm. (1969-1989), fundó el Seminario Mayor Francisco Xavier de Garaycoa, en el km 5½ vía a la costa, como también el Seminario Menor César Antonio Mosquera.
Mañana finaliza la Semana Vocacional. Mañana es el día de nuestro Seminario.
Hemos orado y hecho sacrificios por el incremento de las vocaciones sacerdotales. Mañana también los fieles de esta Arquidiócesis ofrecerán su contribución pecuniaria en todas las misas en favor de nuestro Seminario, cuyos 67 alumnos son originarios de Guayaquil y de toda la provincia del Guayas, a diferencia de otros años en que solo había un muy escaso número de seminaristas costeños. Por lo cual debemos dar gracias al Dueño de la mies, y le pedimos que siga bendiciendo a los hogares católicos, donde empieza la vocación sacerdotal.






