La semana pasada tuvo lugar en Quito el Foro Nacional de Justicia y Prensa, organizado por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Esta iniciativa de la SIP arrancó hace varios años con una cumbre hemisférica en la ciudad de Washington D.C., a la que asistieron magistrados y presidentes de las cortes supremas de América conjuntamente con la plana mayor de la prensa de este continente. La razón de esta cumbre, una sola: un régimen democrático no puede considerarse tal sin prensa libre y sin administración de justicia independiente.

Por lo antes expuesto, a diferencia de lo que sucede en nuestro país y en la mayoría de los regímenes democráticos de América, la prensa y la administración de justicia deben ser complementos vitales y necesarios para una democracia fuerte y sana.

De ahí la visión de la SIP de proponer un acercamiento entre jueces y periodistas para generar una sinergia que les permita entenderse y trabajar por un objetivo común: la plena vigencia y respeto de los derechos fundamentales de los ciudadanos, consagrados en la Constitución Política; y, como consecuencia de ello, un robusto régimen democrático y la satisfacción de las necesidades sociales.

Pero esa tarea no es sencilla y, como dice el dicho, hay de todo en la viña del Señor; existen jueces corruptos que aceptan dinero, favores, presión política o personal, y jueces probos, estudiosos y de rectilínea trayectoria; periodistas improvisados que escriben cualquier cosa y hasta cierto punto irresponsables, y prensa seria y honesta; este último caso es el de la gran mayoría de la prensa en el Ecuador.

También la política entra al ruedo en este tema. Y es que cuando hablamos de política no estamos hablando de una actividad deshonesta o que se deba ocultar; la política, bien entendida, es una de las actividades del ser humano más comprometidas con el bienestar común; lamentablemente en nuestra América, quienes la han ejercido, con honrosas excepciones, han hecho tanto daño que hoy en día la sola mención de la palabra causa estupor y preocupación, peor aún si se la menciona en temas vinculados con la administración de justicia.

En todo caso, la prensa debe entender que la tarea del juez no es sencilla, que lo que no existe en el proceso no existe en el mundo y que los fallos deben emitirse por encima de lo que la opinión pública considere como justo; y los jueces, que la prensa no hace otra cosa que recoger las noticias que se generan y presentársela al ciudadano común para que este se forme un criterio propio, y que en ese proceso debe procurar la búsqueda de la información de donde esta provenga.

La prensa debe recordar que sin una verdadera administración de justicia, la libertad de expresión y de prensa viven en permanente amenaza y que son los jueces, en última instancia, los guardianes del régimen de derecho, presupuesto necesario de una verdadera democracia; y los jueces, que cuando aparezcan intromisiones y amenazas de los grupos de poder que pretendan tener una justicia propia a su gusto e intereses, el solo respaldo de la prensa frenará la arremetida.

Es hora, entonces, que jueces y periodistas formen un frente común, contra los egoístas intereses económicos de grupos de poder y contra la corrupción, para mejorar las condiciones democráticas del Ecuador.