Los HP, protagonistas de la nueva serie homónima por capítulos de Ecuavisa (mitad comedia, mitad thriller político), luchan contra los corruptos pero apenas si se diferencian de ellos. Se dan una vida regalada de vino, piscina y holganza con plata obtenida mediante extraños subterfugios, y dicen cosas como esta: “Nosotros tenemos un caso que es de Pacifictel, de la cual vamos a tener bastante billete. De ahí usted puede sacar su pedazo”.

Todos sacan su pedazo, en efecto. Ya lo comprobaba, alborozada, una guapa mujer policía que se les unió en el primer capítulo, porque en la institución no tenía verdaderas posibilidades de luchar contra la corrupción. “En quince días con ustedes –decía a sus nuevos compañeros– he ganado más que en todo un año como chapa. Así que me voy a gastar toda la plata”.

La plata que los corruptos le roban al pueblo o al Estado, los HP les roban a los corruptos. ¿En qué se diferencian unos de otros? En las intenciones, viene a sugerirnos el mensaje moralista de la serie: los HP roban para hacer obras de caridad. En el último capítulo, se trataba de un ancianito, víctima de la seguridad social ecuatoriana, incapaz de solventar sus gastos médicos. Para socorrerlo, los HP robaron a un directivo del IESS la plata que él, a su vez, había robado de los fondos de reserva. Y se quedaron con una parte en pago por sus servicios.

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Los HP, como dice un nefasto proverbio político ecuatoriano, “roban pero hacen obra”. La serie está plagada de mensajes políticos y morales perversos de este tipo. Sugiere que la plata mal habida se redime (¿debiera decir “se lava”?) con las buenas intenciones del ladrón, y muestra un Ecuador donde la caridad sustituye a la justicia y la corrupción es la norma, incluso para los chicos buenos: no hay otra salida que el hijueputismo. Los HP confirman que la cultura democrática está en retirada de las pantallas.