El Ecuador de los noticieros limita al norte con Marulandia, al sur y al este con Perú y, por adentro, con los bordillos de las carreteras, esas tripitas de asfalto que conectan una ciudad con otra o, en su defecto, una ciudad con un pozo de petróleo. Cada vez que ese país extranjero que queda al otro lado del bordillo se alborota (cuando la Conaie declara una movilización, por ejemplo), los reporteros salen de las ciudades y avanzan por las tripitas, hasta el punto en que un árbol derribado les impide el paso.
Constatan la gravedad de la situación, se asoman al bordillo y echan una mirada al otro lado.