El fin del Consejo Gobernante cierra la etapa de un gobierno impopular e ineficiente que no logró avances contra una insurgencia en ascenso y que hizo muy poco para sentar las bases de una democracia funcional.
El New York Times publicó lo siguiente en uno de sus editoriales del miércoles 2 de junio:
A lo largo de varias semanas, Washington alentó al mundo a creer que la Organización de las Naciones Unidas estaba formando el nuevo gobierno provisional de Iraq.
En su lugar, los nombramientos más cruciales se hicieron desde el ahora fenecido Consejo Gobernante, organismo designado por los estadounidenses en el cual abundaban políticos exiliados, lo que limitó su respaldo popular, y que consiguió un registro de ineptitud por no actuar.
Ese caótico proceso ahora se convertirá en la primera carga del gobierno provisional, a medida que va tratando de programar elecciones para una legislatura y una asamblea constitucional a principios del año entrante.
El gobierno del presidente Bush se deleitó genuinamente, aunque con cierta miopía, con la decepcionante elección del viernes pasado de Iyad Allawi, antiguo aliado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), para el cargo de Primer Ministro.
El gobierno estadounidense estaba mucho menos satisfecho con el nombramiento, este martes, de Ghazi Mashil Ajil al-Yawar, uno de los detractores de las políticas de ocupación de Estados Unidos, para el cargo ceremonial de Presidente.
El enviado de Naciones Unidas, Lakhdar Brahimi, había favorecido vigorosamente a otros candidatos para ambos cargos.
Además de al-Yawar, sunnita, uno de los dos vicepresidentes del nuevo gobierno y varios de los 33 integrantes del gabinete, incluyendo a Allawi, chiita, provienen de las filas del Consejo Gobernante.
La habilidad del Consejo Gobernante para tomar el control de la selección de funcionarios dejó a Brahimi con la imagen de ser ineficiente. Eso no constituye un buen presagio sobre la capacidad de la ONU para brindar ayuda en la siguiente fase, la organización del proceso electoral.
El procónsul estadounidense, Paul Bremer III, dio la impresión de ser un hombre reacio a compartir con cualquiera el poder que ha ejercido.
Las posiciones dentro del gobierno provisional fueron distribuidas cuidadosamente entre miembros de la mayoría chiita y las minorías sunnita y kurda, para reflejar las divisiones étnicas y religiosas del país. Las probabilidades de que el Consejo pueda empezar ahora a superar esas divisiones todavía preocupan.
El bombazo letal de este martes, en las oficinas de un partido kurdo, pone de relieve la profunda inseguridad y divisiones sectarias.
Está dentro de los mejores intereses de Iraq y Estados Unidos que el nuevo gobierno tenga éxito, y por eso ahora se le debe conferir tanta credibilidad y soberanía como sea posible. Una importante medida inicial consistiría en asegurarse que sus integrantes más prominentes estén involucrados muy estrechamente en la redacción final de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, misma que ayudará a definir la naturaleza de la soberanía que llegará a Iraq.
El fin del Consejo Gobernante cierra la etapa de un gobierno impopular e ineficiente que no logró avances contra una insurgencia en ascenso y que hizo muy poco para sentar las bases de una democracia funcional.
Si bien el nuevo organismo gobernante tiene una apariencia incómodamente similar a la anterior, así como otro nombre y algunas cuantas facultades adicionales, debe recibir ayuda para que se desempeñe mejor.
© The New York Times News Service