Es un viejo y desgastado truco utilizar en momentos de crítica situación de la administración política las truculencias para llamar y desviar la atención que está centrada, por mil situaciones, en circunstancias en que un gobierno o autoridad están perdiendo el respaldo de la opinión pública. El caso que ahora aparece que se ha estado fraguando: asesinar al presidente Gutiérrez, no se lo cree; es una broma de mal gusto y tan mal orquestada, que a los ecuatorianos no ha causado escozor ni temor.

¿A quién beneficiaría la prematura desaparición del coronel? ¿A la Sociedad Patriótica, al movimiento indígena, a las corporaciones que amenaza que va a tomarlas a su cargo para controlarlas (Principio de management: quien intenta controlar todo no controla nada); a las aduanas, a las Fuerzas Armadas; a sus parientes ya designados y a los que prometió designar; a su esposa doña Ximena, en cuya relación parece haber más allá de diversidad de opiniones; la todavía nula administración financiera, y la falta de metas, objetivos y programas para el desarrollo económico?

Está claro que, desde hace rato, al Ecuador le hace falta buenos administradores, en el sector público; y el privado no es excepción. A diario se conoce de faltas administrativas, en ocasiones de tan simple génesis, que se llega a poner en duda si realmente las universidades estarán enseñando lo que deben enseñar. En el sector público priman las “conveniencias políticas”, que es un factor que trastoca hasta los principios éticos de buenos ciudadanos. Aquel que quiere mantenerlos se aleja de la administración pública y así va quedando como sedimento la mediocridad acomodaticia. Es un tipo de avaricia que ha arruinado a muchos que de otra manera, serían agentes valiosos en la conducción del país.

La omisión del presidente Gutiérrez consiste en que le está dedicando mucho tiempo útil, que debe ser productivo, a enderezar entuertos, y a imitar los estilos chabacano e histriónico, insustanciales y ya condenados por la herrumbre del tiempo. La agenda de todo mandatario, presidente, administrador de empresa o instituciones, debe ser productiva. Tiene que dedicar sus esfuerzos a hacer que sea productiva la gente con quien trabaja. (Debe ser la consecuencia de la exigente selección de sus colaboradores que, en último término, no deben quedar al criterio que se basa en tecnicismos seleccionadores, en ocasiones subjetivos).

El Presidente es un manager, como lo es el de una empresa de negocios, la institución sin ánimo de lucro, el hospital, la universidad, la Iglesia. Por lo tanto, debe ser exigente en la productividad de los recursos humanos, económicos, físicos o financieros, que gobierna. Primum non nocere es un principio que forma parte del juramento hipocrático: no hacer daño a sabiendas. Así es que cuando se falla en la selección de colaboradores, el costo sufre.

El presidente Gutiérrez no está haciendo bien las cosas. Sus compromisos electorales lo tienen atado. Debe revisar la teoría de su gobierno. Se podría decir, como al interior de cualquier empresa. No hay directorio ni hay management. Sin exageración, y sin deseo de ser sensacionalista, el Presidente está jugando a la ruleta rusa. Esa visión de medianoche sirve para crear la fábula del intento de magnicidio, cuando puede ser la misma fuerza de gravedad la que está actuando.