El sol de la mañana hiere en los ojos y enseguida uno piensa adónde se fue la noche. Todo ha sido como un remolino en donde la gente se sumerge cuando el horizonte naranja-rojizo anuncia que la tarde se marcha y en ese manto de elementos embrujantes que componen el desquiciante encanto de Montañita todo puede suceder. Lo realmente importante es formar parte de la magia, anoche no había luna llena y la experiencia de vivir el rave dedicado a este satélite por esta vez no podrá ser, mas, eso no es excusa para quedarse colgado en la habitación del hotel, hay que salir, perderse por entre estas pequeñas y polvorientas calles, caminar descalzo sobre la playa en medio de la brisa nocturna al ritmo de un caipirhina nativo, compartir el fuego vivo de una fogata junto a gentes venidas de cualquier lugar del mundo y, luego brincar para algún bar, después a otro y más tarde conocer lo que es Montañita cuando llega la noche y el tiempo se pierde.
Viene la diversión
Son las 22h00 y el Mahalo recibe a los visitantes con piso de conchillas, iluminación discreta, cocteles diversos y música de Woodstock 99. Jamiroquai se contornea de forma exagerada en la pantalla del televisor, una cerveza grande para frenar un poco el calor que agobia por doquier, jugar una partida de villa, en tanto desde un póster Bob Marley sonríe a través del humo de un cigarrillo demasiado inmenso, más allá Kurt Cobain pareciera querer regañar al mundo porque solo hay una cerveza sobre la mesa.
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El ambiente es agradable, buena vibra y precios razonables, shot de aguardiente $ 1, cerveza $ 1,50; variedad de tragos desde $ 2,00. El público es diverso y de edades diferentes, pero tiene una condición que lo une, le encanta el rock; mientras Sheryl Crown guitarrea una de sus canciones, lo mejor es salir, luego podría ser muy tarde, la farra recién empieza y hay muchos lugares para visitar.
Las lámparas de madera y paja del Mahalo quedan atrás, la montaña empuja hacia otro sitio, el Alibabar.
Acá el asunto es otro, música tipo house, progressive, tecno y hasta clases de trapecio; nada más entrar y el potente sonido recibe a los viajantes, este no es un lugar para charlar, aquí hay que moverse y aplacar la sed con lo que caiga, vodka con agua tónica o jugo de naranja, la gente se confunde en una pista amplia y semialumbrada donde está prohibida la inercia, si uno no se mueve corre el riesgo de ser expulsado, o puede pasar como un espía, porque aquí es una obligación divertirse, fuera los temores y el yo no te conozco, o nunca te había visto, basta con saltar a la pista y pretender llevarse el mundo por delante, menearse al ritmo pegajoso de melodías electrónicas importadas de la otra parte del mundo y también saber que la noche en Montañita es continua.
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Siguiendo los rastros que deja la diversión se puede llegar a Salsa disco, barra bar con abundante descarga tropical, rock latino y pop contemporáneo, las mesas llenas y la cerveza que invade las manos de los que allí se divierten, no hay espacio para un alma más, todo está abarrotado y apenas si se puede conseguir una bebida, nadie pareciera prestar atención en medio de tanto bullicio, esto es lo que hay, los gritos destemplados de la gente joven, el baile frenético de cuerpos donde apenas se divisan sus rostros mientras el tiempo se estira hacia otro día.
Otras formas
En las calles los danzantes del fuego celebran su rito, con la escasa luz del ambiente las llamas se perciben poderosas y la gente se arremolina en torno a estos seres que parecen hipnotizados con el encanto que produce la candela, es otra forma de celebración, la luna es apenas un cacho que vigila los bailes y piruetas de sus súbditos, luego hay que colaborar con unas cuantas monedas para que el espectáculo siga, es bueno recordar que todo tiene un precio y mientras estos hombres y mujeres adoradores del peligro siguen con su show, llega el momento de mirar hacia donde se encuentran los músicos callejeros, otra forma de expresión de la libertad que en Montañita es obligatoria, allí en medio de tambores y los didjeridoo, el grupo Chile sur étnica revienta la noche, al ritmo de sonidos seductores, una bailarina con orejas de lobo y venida del Perú, deleita a los presentes con escandalosos movimientos de cadera, su baile provoca diferentes sentimientos y atrae, los mirones repletan la calle pero luego todos desaparecen cuando pasa el sombrero para recoger una colaboración voluntaria, incluso en estas callejas hay reglas: cuando se mira hay que pagar.
Locura
Caminar y tomar algo en El Rincón Cervecero de Marcelo, en Zoociedad, que también funciona como restaurante, o en El Peyote, son alternativas para lo que viene después. Ya una buena parte de la noche se ha marchado, y ahora parece una grandiosa idea dejarse caer por El Duende, piso de tierra, mesitas de madera, mucha gente, excelentes vibraciones y estupenda música. Aquí hasta los dueños bailan confundidos con los visitantes, no hay que perder el tiempo fijándose en la decoración, la cual es casi nula, lo rescatable es la juerga que se arma, pareciera que todos los presentes son amigos por la familiaridad con que todo sucede, el zapateo no se detiene nunca y con la excusa de una agradable melodía de reggae, uno se deja arrastrar a la pista por una mano totalmente desconocida y se pierde en la suave candencia que domina la escena, de pronto se dispara el volumen y los acordes de Matador, canción de Los Fabulosos Cadillacs, retumba en el ambiente, es el argumento perfecto para la invasión a la pista, absolutamente todos se alborotan, pasan algunos norteamericanos moviéndose alocadamente junto con dos chicas españolas, mientras parejas de argentinos parecen llegar al paroxismo cuando suena un tema de Todos tus muertos, es el estallido de la noche en Montañita, por momentos el aire se vuelve irrespirable y la cerveza no basta para tanta sed; afuera, el viento refresca un poco las altas temperaturas que El Duende provoca, se escucha, Me gustas tú de Manu Chao y la madrugada ya es una realidad presente, solo que ahora la marcha es por la playa rumbo hacia El Pelíkano.
Luego de pagar $ 5 por la entrada se inicia el viaje discotequero a este lugar, parece que pocos se han percatado que un nuevo día está llegando, los sentidos ya no responden como al inicio de la noche y el cuerpo pide un descanso, pero hay que rematar como lo exigen las circunstancias, después de todo, Montañita es un hervidero de pasiones, donde con fiesta de la luna o sin ella lo único permitido es la diversión, entonces es mejor correr a bailar antes de que amanezca.