El sol de la mañana hiere en los ojos y enseguida uno piensa adónde se fue la noche. Todo ha sido como un remolino en donde la gente se sumerge cuando el horizonte naranja-rojizo anuncia que la tarde se marcha y en ese manto de elementos embrujantes que componen el desquiciante encanto de Montañita todo puede suceder. Lo realmente importante es formar parte de la magia, anoche no había luna llena y la experiencia de vivir el rave dedicado a este satélite por esta vez no podrá ser, mas, eso no es excusa para quedarse colgado en la habitación del hotel, hay que salir, perderse por entre estas pequeñas y polvorientas calles, caminar descalzo sobre la playa en medio de la brisa nocturna al ritmo de un caipirhina nativo, compartir el fuego vivo de una fogata junto a gentes venidas de cualquier lugar del mundo y, luego brincar para algún bar, después a otro y más tarde conocer lo que es Montañita cuando llega la noche y el tiempo se pierde.