No conocí a José de la Cuadra, pero estuve cercano a personas que fueron sus amigos, sus compañeros en el trabajo literario y algunos hasta parientes suyos. Cuando empecé a interesarme por la literatura, el maestro del relato ya había muerto.

En las aulas del colegio Vicente Rocafuerte, donde estudié el bachillerato, los profesores Leopoldo Benites, Demetrio Aguilera Malta, Enrique Gil Gilbert, Abel Romeo Castillo, Adolfo H. Simmons, entre otros, que brillaban en el campo de la literatura, nos hablaron de este escritor. Todos habían sido sus amigos. Todos estuvieron en su compañía.

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Pero fue Enrique Gil Gilbert el que con mayor interés nos hizo conocer los relatos magistrales de Pepe de la Cuadra, como cariñosamente lo llamaba. Gil nos enseñaba Literatura Ecuatoriana y fue integrante del Grupo de Guayaquil, junto con De la Cuadra, Joaquín Gallegos Lara, Demetrio Aguilera Malta y Alfredo Pareja Diezcanseco.

A través de Gil nos familiarizamos con los personajes y las obras de De la Cuadra, como Guasintón, La Tigra y Los Sangurimas,  entre otras. En el colegio editamos un periódico y programamos un artículo sobre este autor. Por ese motivo nos acercamos donde su esposa. Allí nos enteramos de muchos aspectos de la vida del maestro.

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También por gestiones de Gil entramos en contacto con Joaquín Gallegos Lara en su casa de Manabí 200. En muchas de sus conversaciones él ponderaba la calidad de los relatos de De la Cuadra. Hasta nos dio en calidad de préstamo los libros de Horacio Quiroga, cuyos cuentos eran tan maestros como los de De la Cuadra.

Un buen día, en la buhardilla de Gallegos Lara tuve el honor de conocer a Ángel Felicísimo Rojas, recién llegado de Loja. Por él me enteré que a través de la publicación de los cuentos de Rojas en el suplemento literario de El Telégrafo, que dirigía Abel Romeo Castillo, había nacido una amistad epistolar entre los jóvenes escritores Rojas y De la Cuadra.

Rojas contó que recién graduado de abogado en la universidad lojana, recibió una carta de su amigo guayaquileño, también abogado, en la que lo invitaba a venir al puerto a ejercer su profesión. Y Rojas vino y ocupó la misma oficina de José de la Cuadra. De modo que por esta razón estuvo muy cerca del maestro guayaquileño.

 * Poeta y catedrático