El visitante puede disfrutar la naturaleza y fauna del Oriente en este sitio ubicado a 3 km de Sucúa.

Entre paradisiacos paisajes, aromas de exóticas flores, espesa vegetación y melodioso cantar de las aves, el complejo turístico Miriumi invita a conocer el encanto y misterio de la cálida tierra oriental.

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Miriumi, cuyo nombre es en honor al río del mismo nombre que atraviesa el complejo y cuyas aguas –de caprichosas tonalidades negra y amarilla oscura– alimentan al majestuoso Upano, se encuentra sobre un valle situado a 3 kilómetros al occidente del cantón Sucúa, provincia de Morona Santiago.

El lugar parece la eterna primavera y hay muchos que fueron por turismo y se quedaron para siempre, encantados con la singular belleza de su gente y entorno.

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Complejo turístico Miriumí

El complejo funciona desde hace siete años con el Centro Agrícola Cantonal, pero desde hace dos cobra vida con un manabita, Wilson Chávez. Él, conocedor de las bondades de las plantas orientales, llegó a este lugar para encontrar cura a su enfermedad por el alcohol.

Pensé que no me iba a curar, pero a través de plantas medicinales me recuperé”, recuerda Chávez, quien se radicó posteriormente con su familia.

Al sitio se llega luego de recorrer la estrecha calle Carlos Olso. Llamativas y coloridas estructuras artesanales a base de guadua reciben a los visitantes.

El paraje ofrece un abanico de atracciones, pero antes se debe cancelar $1,60 para poder ingresar. El acogedor sitio está construido con materiales nativos donde resalta la creatividad artesanal en guadua y madera.

Las 6 hectáreas que abarca el complejo se las puede recorrer en andenes; mientras camina puede oír el trino melodioso de los pájaros, con suerte podrá observar papagayos, pavas, loras o quizá un puerco espín.

Hamacas
El lugar ofrece además un sector de hamacas para el descanso.
Lo frecuentan turistas extranjeros, estudiantes y grupos familiares, quienes pueden alquilar una pequeña cabaña con agua y luz.

El restaurante brinda también una variedad de platos típicos, desde el festival de mariscos hasta la llamada comida del monte. Mercedes Obando, esposa de Wilson, es la experta en la cocina. Su especialidad es la guanta, guatusa, pacharaca y puerco saíno, que puede estar asado, frito o en bistec.
Los costos de estos platos varían entre 3 y 4 dólares.

La noche brilla y vibra al son de música nativa o tropical; los reflectores de colores dan un ambiente de misterio que asemeja a la iniciación de un ritual indígena del sitio. Ese entorno gusta al visitante.

Wilson Chávez no solo complace al público con la música. En el bar se mueve como un pulpo con la preparación de bebidas y cocteles que le piden los extranjeros. “Preparo como 150 variedades de cocteles, muchos los he creado yo”, dice. Por supuesto, no faltan la guayusa y el guarapo, bebidas tradicionales que tienen un costo de 25 centavos de dólar.