Fue un pequeño paso para el papa Juan Pablo II, pero un salto gigante para el Papado.

Por primera vez, desde 1870, un Papa habló ayer ante el Parlamento italiano, en una visita cargada de significado histórico para las relaciones del Vaticano con Italia.

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En su histórico discurso ante una sesión conjunta, el Pontífice, de 82 años, habló de los candentes problemas que enfrenta el país, que por mucho tiempo fue gobernado por sus predecesores, hasta la unificación de Italia en 1870.

Hablando con voz firme, Juan Pablo II instó a los italianos a tener más hijos para aumentar una de las tasas de natalidad más bajas del mundo.

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El Papa, cuyo discurso de 40 minutos fue interrumpido 22 veces por los aplausos, instó a implementar “iniciativas políticas para hacer menos pesada la tarea de tener hijos y de criarlos, tanto social como económicamente”.

Las mujeres italianas tienen apenas 1,23 niños en promedio frente a 1,48 para toda la Unión Europea, y 1,88 para Irlanda, un país predominantemente católico como Italia.

Mencionó la penosa situación por la que atraviesan los desempleados, fustigó la “decadencia moral” de la prensa e instó a reducir las sentencias para lidiar con el exceso de población en las prisiones.

El Pontífice exhortó a Europa a mantener sus raíces cristianas, en momentos en que el continente se embarca en un proceso de ampliación que incluirá a su natal Polonia.

La prensa italiana cubrió el evento casi como si se tratara de un viaje a la Luna. Los periódicos dedicaron páginas enteras a la ocasión y la televisión estatal suspendió su programación habitual para transmitir en directo la visita.

Helicópteros provistos de cámaras siguieron la caravana papal por la corta ruta entre el Vaticano y la cámara baja del Parlamento, y cuando entró a la Cámara los Diputados, estos recibieron a Juan Pablo II con una ovación de pie que se prolongó por dos minutos.

El que pasaran 132 años para que un Papa pudiera dirigirse al Parlamento resalta el hecho de que muchos italianos aún ven con suspicacia la influencia de la Iglesia en sus vidas.

Entre los parlamentarios se hallaba Alessandra Mussolini, cuyo abuelo, el dictador Benito Mussolini, concedió al Vaticano su soberanía en 1929.