El organismo produce muchos humores. A saber: el buen humor, que nos pone de buen humor. El mal humor, que nos pone de mal humor. El humor negro, que nos pone verdes. El humor acuoso, que nos divierte dentro del agua. Y así.

Pero hay otro humor que también produce el organismo y que ha tenido muy mala reputación a lo largo de la historia y, en consecuencia, ha sido largamente despreciado, en la convicción de que su presencia no constituye sino un estorbo a la estética.

¿Ya saben cuál es?

Claro, se trata, como ustedes bien lo han señalado, de ese humor espeso y pegajoso que segregan las membranas mucosas y que fluye por las ventanas de la nariz. ¡Achís!

Obviamente que su sola mención causa escozor, porque hasta este momento sus propiedades no habían sido reivindicadas por la ciencia, que últimamente ha descubierto en el humor nasal unas condiciones insospechadas y que, más temprano que tarde, llevarán a la creación de la mucología, algo que –literalmente– resultará muy sonado.

En efecto, recientes estudios médicos han revelado que las secreciones nasales son buenas. Y no solo eso, sino buenísimas, por lo cual conviene conservarlas y no malgastarlas a través de su expulsión manual. O, peor aún, bucal, acción en la que son expertos los ingleses por aquello de su flema. Inglesa.

Los mucólogos aseguran que los tales humores contienen unas proteínas que servirían para la detección temprana del cáncer de colon, la próstata o la vagina. De ahí que los siempre molestosos tactos pasarán a ser cosa del pasado y bastará con que el paciente estornude para que los médicos sepan si su salud está o no en riesgo.

Además, la composición química de los humores nasales es de tal calidad, que llevará a la elaboración de una vacuna contra el cáncer. Lo que no han dicho todavía es si la tan beneficiosa pócima se aplicará sobre la piel del paciente en forma de ungüento. Ante esa horrible perspectiva, hay que confiar en que, como el resto de vacunas, sea introducida en el organismo a través de la clásica inyección.

Lo cierto es que este adelanto modifica sustancialmente el bajo estatus en la escala orgánica que las mucosidades han tenido hasta el momento. Si hasta hoy los mocosos habían sido mirados de soslayo y con inocultable antipatía y asco, en adelante pasarán a ser una suerte de donantes ambulatorios y, por el solo hecho de concurrir en el momento oportuno a un laboratorio para que les suenen la nariz dentro de una probeta, podrán ganar una fortuna.

Así mismo, aquellos conductores de automóvil que se dan a la tarea de limpiarse la nariz mientras esperan que cambie el semáforo, podrán alcanzar una fuente adicional de ingresos si tienen el cuidado de guardar el producto de su aseo (ya convenientemente amasado) en frasquitos estériles.

Con todo y esto, la ciencia hace un llamado para que usted no malgaste sus humores nasales, los deje caer impunemente, los dé a lavar en un pañuelo o los bote a la basura en papeles desechables: consérvelos como un bien preciado que no solo servirá para salvar su vida sino que, además, mejorará su economía en poco tiempo más, cuando los laboratorios comiencen a procesarlos.