Guayaquil no es ajena a él. Allá por los ochenta ya venía al Ecuador por los diversos compromisos diplomáticos que debía cumplir, pues era el vicepresidente de Nicaragua durante el primer mandato de Daniel Ortega. Luego de su retiro de la política siguió visitando el país, pero ahora sus viajes a este lado de la región eran por asuntos literarios, mundo con el que Sergio Ramírez ya se había involucrado desde muy joven.

Desde ayer el Premio Cervantes 2017 se encuentra en la urbe porteña, a propósito de la presentación de su nueva novela Ya nadie llora por mí que, sumada a su vasta producción literaria, le merecieron este reconocimiento, el más importante de la lengua española.

El autor de Margarita, está linda la mar –obra con la que en el 2000 ganó el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, otorgado por Casa de las Américas en Cuba– se confiesa “un verdadero Cervantino” y considera que “ningún escritor de la lengua castellana contemporánea existiría sin Miguel de Cervantes”.

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De allí que su proceso creativo –para el que prefiere aislarse, internarse en sí mismo– es un tanto complejo, pues a menudo “en la escritura uno es asaltado por fantasmas de distintos tipos” que llevan al autor a plantearse infinidad de temas y asimismo revisiones que pueden llegar a cambiar de manera significativa la idea con la que había iniciado una obra.

“El gran principio de un escritor es saber si quiere escribir, es no sentirse como un escritor improvisado o como un escritor de ratos libres. Yo me he llegado a considerar como un escritor que escribe por una necesidad, por la necesidad fundamental de contarle a otros lo que yo siento (...) El momento que yo más disfruto en la vida es sentarme frente a la computadora a crear”, dice Ramírez, quien en cuanto se “desembarace” de sus compromisos con el premio y presentaciones del libro piensa volver a Nicaragua, a su tranquilidad, a seguir desarrollando nuevas historias para atrapar al lector.

En Ya nadie llora por mí resurge el detective Dolores Morales, el icónico protagonista de su novela policiaca El cielo llora por mí. Esta vez, el otrora acomodado policía que trabajaba en el departamento antinarcóticos del estado nicaragüense aparece ya retirado y al frente de humilde agencia de investigación abierta en Managua. Según el autor la obra se muestra como una crítica al sistema judicial latinoamericano. (F)

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El autor
Antecedentes

Autoexilio
Es parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del Boom, y tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza.

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Regreso a las letras
Reemprendió la escritura con la novela Castigo divino (1988), que obtuvo el Premio Dashiell Hammett en España, y la siguiente, Un baile de máscaras, ganó el Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia en 1998.