A los mosquitos les encanta cuando estás empapado en sudor, aunque no es tanto el sudor lo que los atrae sino el dióxido de carbono. Cuando un mosquito muerde, perfora la piel y luego inyecta saliva, misma que contiene varias proteínas que nuestro cuerpo reconoce como intrusos. Es así como tu sistema inmune va en alerta, liberando un químico llamado histamina que ayuda a las células inmunes a fluir libremente hacia el sitio de la mordedura.