La bomba explotó en la cara de los anfitriones, cuando la maratón de los premios Óscar llegaba a su final eligiendo a la mejor película. Alguien hizo la casita cambiando el sobre que anunciaba la ganadora y todo el equipo de La La Land subió al escenario al jolgorio. Para los insómnicos anuales que vemos el evento hasta el final, lo que vino entonces fue un auténtico carnavalazo, pues el propio productor de La La Land presentó otro sobre y dijo que no, que la ganadora era Moonlight.

La que se armó entonces fue una megaproducción hollywoodense, pero improvisada. Para este editor-cinéfilo (independiente de que yo apuntaba a esas dos películas) la lección final fue ejemplar: no hubo un solo reclamo, más bien los ‘lalas’ celebraban junto con los ‘moonlight’. Me conecta a lo que Ángela Marulanda celebra hoy en su columna: humildad.

Aceptar los errores. Perder no es vergüenza. Compartir juntos alegrías y penas. (O)