Nadie duda de la genialidad de Bob Dylan como compositor o su impacto en la cultura dentro y fuera de Estados Unidos. Pero no todos creen que merece el Nobel de Literatura, un premio normalmente reservado a novelistas, poetas y dramaturgos que por lo general no son muy conocidos en la cultura pop.

La sorprendente elección de la Academia Sueca anunciada ayer fascinó a algunos y molestó a otros que sienten que entregarle el premio a Dylan es una burla a los Nobel.

Mientras la polémica está abierta, es necesario revisar la trayectoria del cantautor norteamericano. Dylan es un ícono vivo de la cultura norteamericana, y su influencia en esa cultura se comienza a manifestar durante los años 60, compañero de ruta de Allen Gisberg, Jack Kerouac, los monstruos sagrados de la generación beat, que revolucionaron la lírica norteamericana.

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Exponente máximo junto a Joan Baez del movimiento folk, poderosa corriente musical que en sus canciones cuestionaba al poder y a la injusticia.

Dylan y su música son herramientas contestarias de una sociedad norteamericana que estaba en plena ebullición, la lucha por los derechos civiles de los negros, contra la corrupción de la dirigencia política norteamericana y, sobre todo, el rechazo a la guerra de Vietnam son la base de muchas de sus letras en esos años, lo que lo convierten en el símbolo de la resistencia cultural.

Dylan nunca se encasilló en un estilo, su música fue evolucionando con el paso del tiempo, pero su esencia para narrar la condición humana se mantuvo intacta y eso es lo que lo ha hecho trascender, en eso residen las letras de sus canciones, tratar lo profundo del ser humano y eso es lo que lleva a que sobrepase la barrera de la música y toquen los límites de la literatura.

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“Bob Dylan es un gran poeta, tan sencillo como eso”, dijo la secretaria permanente de la academia, Sara Danius. “Bob Dylan escribe una poesía para el oído, que debe ser declamada. Si se piensa en los antiguos griegos, en Safo, en Homero, también escribían poesía para decir, preferentemente acompañada con instrumentos”, declaró Daniu.

Gordon Ball, un profesor de letras inglesas que nominó infructuosamente al cantautor al Premio Nobel en más de 10 ocasiones, aunque no este año, dijo que se sintió reivindicado con el reconocimiento.

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De trovador folk de los cabarets de Greenwich Village, en Nueva York, Robert Allen Zimmerman (su nombre real), siguió siempre su propia vía musical, rebelde e imprevisible. A sus 75 años, continúa recorriendo el mundo con su armónica y su guitarra en una gira bautizada Sin fin, cuya próxima etapa lo llevará a Las Vegas. (F)