Antes del mediodía del 2 de noviembre, el pueblo de Salasaca se reúne en el cementerio de la parroquia. Llevan alimentos como cuyes, papas, habas, mote, pan, plátano, naranjas, además de vino y colada morada.

Luego, las familias se ubican alrededor de las tumbas de sus seres queridos. Es una tradición que viene de los ancestros. Así aseguró Violeta Masaquiza, vocal de la junta parroquial de Salasaca. Ella contó que para esta celebración llegan también los que viven en otras provincias y en el exterior.

“En Galápagos residen alrededor de 3.000 miembros de nuestro pueblo, pero para esta época vienen unos 2.000. Es por la importancia que tiene para nosotros esta fecha”, dijo.

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José Jerez, de 65 años, narró que parte de la tradición es reunirse los adultos mayores, jóvenes y niños para compartir en familia y con los difuntos.

Ana Masaquiza, de 17 años, manifestó que se sentía orgullosa de las tradiciones del pueblo Salasaca. Ella llegó al cementerio para compartir los alimentos y la bebida que más le gustaba a su pariente fallecido.

“Ellos creen que el difunto no se ha ido en forma definitiva, que sigue dentro de la comunidad y de su familia, incluso como líder”, contó Pablo Pilco, quien se identificó como párroco de Salasaca.

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Agregó que es importante la reunión de la familia para compartir la comida especial y la bebida que más le gustaba al difunto. “La esencia de la celebración se mantiene, sigue intacta y la iglesia lo ve muy bien”, dijo sobre estas tradiciones. (I)

2 de noviembre es el día dedicado a los difuntos, en el que se ponen en práctica varias costumbres ancestrales.