A los 17 años, Cecilia Niemes Sánchez caminaba por las calles de Urdesa, en Guayaquil, repartiendo volantes que promocionaban los cursos de modelaje que ella impartía. Apartaba los muebles de la sala de su casa para recibir a un promedio de diez alumnas, que pronto se convirtieron en 30, un número que la obligó a inaugurar su primer local en el mismo sector.