El catalán Jaume Plensa Suñé, uno de los artistas plásticos con proyección mundial, es un creador obsesionado por la relación entre el cuerpo y el alma, por hacer matérico lo intangible, por hacer visible la poesía, por esculpir las ideas, el sonido o las palabras.

Nacido en Barcelona, el 23 de agosto de 1955, hizo estudios en su país. Luego de estos trabajó en talleres de forja y mecánica. Y del hierro forjado y fundido, del que parte su obra, pasó a incorporar materiales tan diversos como el cristal, el plástico, el alabastro, la resina, el nailon, incluso el sonido y la luz.

Plensa, quien muchas veces recalcó que su obra se la debe más a los poetas –como Baudelaire, Blake, Goethe, José Ángel Valente o el valenciano Vicent Andrés Estellés– que a los artistas, siempre se ha alejado de la escultura tradicional.

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En su obra el eje central lo protagoniza el hombre y su relación con el entorno; y, de hecho, algunas de sus piezas el espectador puede tocarlas, escucharlas o entrar en ellas.

Aunque el hierro es su material por excelencia, también realizó obras en bronce y dibujos, aunque estos últimos difícilmente pueden enmarcarse en el campo de la pintura, ya que al dotarlos de volumen los convierte en “pictorrelieves”, piezas a medio camino entre dibujo y escultura.

El artista plástico descubrió las ventajas del hierro fundido, un material más susceptible de ser modelado. Ha hecho obras figurativas, también abstractas y simbólicas. Sus obras son básicamente arquitectónicas y tanto él como algunos de sus críticos no han dudado en calificar su obra de “escultura arqueológica”.

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El concepto y el cuerpo humano son claves en su obra, así como la luz, el silencio y la poesía. Ha realizado encargos de escultura pública o escenografías creadas para óperas y trabajos teatrales. Sus esculturas se exhiben en los principales museos, espacios públicos y galerías del mundo. Tiene cerca de una veintena de reconocimientos.