El feriado del 9 de octubre será de cuatro días. Así lo decretó el presidente Daniel Noboa la noche del 2 de octubre pasado, aclarando que es solo por este 2025. Antes del anuncio ya el sector turístico estaba preocupado por los efectos del paro nacional convocado por el sector indígena que este sábado cumple 13 días. Aunque se ha concentrado en la Sierra, los efectos durante el asueto se temen en todo el Ecuador.
Hasta el 3 de octubre esta es la realidad del sector turístico: Guayaquil trabaja al 60 %, Santa Elena y General Villamil Playas, 30 % , Imbabura, al 0 %, según la Federación Nacional de Cámaras Provinciales de Turismo del Ecuador (Fenacaptur). El gremio ha pedido una tregua de cinco a quince días para que el sector pueda recuperarse, mientras se acuerda alguna negociación entre la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) que exige abolir la eliminación del subsidio al diésel y el Gobierno que se mantiene en la medida argumentando que ataca a economías criminales y se ha compensado a los ciudadanos afectados.
Otro dato alarmante para la economía, que obliga a la reflexión en busca de una solución, es el análisis de pérdidas. Empresarios turísticos calculan que si el paro se mantiene durante el feriado se sumarán pérdidas de entre 80 y 90 millones de dólares. Las cancelaciones de reservas hoteleras son masivas, pese al decreto que alargó el feriado en este año.
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Con el turismo no solo hay ingresos para el sector hotelero sino que involucra restaurantes, comercio grande y pequeño, sector financiero e incluso a vendedores informales de diversas regiones.
El gremio turístico con su pedido casi lanza un grito desesperado de supervivencia. La tregua no resuelve el problema de fondo, pero da un respiro al sector y a los ciudadanos a los que se debería garantizar movilizarse con confianza.
Lo óptimo realmente es una solución general y en el caso del sector particular una solución estructural, donde el turismo deje de ser rehén y empiece a ser realmente prioridad. (O)