Un sismo de 5,6 de magnitud, localizado a 17,98 km de Naranjal en la provincia de Guayas, generó nerviosismo a las 14:18 de este 21 de junio en Guayaquil y otros cantones. Una vez más se evidenció la escasa preparación ciudadana frente a un evento de esta naturaleza.

Aunque en edificios del centro de la ciudad hubo evacuaciones no todos tenían claro hacia dónde dirigirse. La poca cultura sísmica tiene raíz en la falta de programas permanentes de prevención.

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Otro tema es la señalización de rutas de evacuación y zonas seguras que se implementaron en algunos cantones luego del terremoto del 16 de abril de 2016, cuyo epicentro fue Pedernales y afectó gravemente a Manabí y Esmeraldas, pero unas han desaparecido, son confusas o la sociedad no se interesa en conocerlas.

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El último simulacro de tsunami en Ecuador se realizó en enero pasado, según información que consta en la página web de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos. Ahí quedó colgado una especie de instructivo de cómo actuar y un plan familiar de emergencias para descargar y llenar. La pregunta es si esto es suficiente.

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Esta institución debe ser pilar fundamental en la prevención y junto con los gobiernos locales, centros educativos y comunidad trabajar para que la cultura sísmica no sea un tema del que solo se hable luego de un evento telúrico.

Así como es tarea del Instituto Nacional Geofísico el monitoreo y vigilancia de medidores sísmicos, entre las funciones de la Secretaría de Gestión de Riesgos está la prevención y mitigación de desastres, preparar a la población e instituciones para actuar ante una emergencia. Sin embargo, la ciudadanía también debe interesarse en conocer y exigir programas permanentes de acción frente a distintos riesgos naturales, actualización de información y participar activamente en simulacros.

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No hay motivos para alarmarse, los sismos no avisan, pero tener lista una mochila de emergencia, conocer tipo de calzado, ropa a usar y sobre todo cómo aminorar riesgos salva, sin duda, vidas. (O)