Los colibríes, quindes o picaflores están presentes únicamente en el continente americano; sin embargo, existe evidencia de que hace millones de años habitaban otros continentes. Su verdadero origen aún es un misterio.

En el Ecuador se encuentran más de 100 especies distintas, hasta en alturas que superan los 3.000 metros sobre el nivel del mar. Son, incluso, capaces de soportar temperaturas extremas. Pertenecen a la familia de los Trochilidae que se conoce como la de “aves pequeñas”; pero más allá de su tamaño, lo verdaderamente increíble de esta ave es su vuelo y la sutileza de su naturaleza. Es precisamente esa esencia tan delicada por la cual hay tanto misterio y leyendas ancestrales alrededor del colibrí.

Bajo la luz del sol las plumas del colibrí son iridiscentes, como piedras preciosas. Esta avecita posee los colores más brillantes y variados de todo el reino animal. Incluso, la complejidad de los colores y estructuras de las plumas ha logrado que científicos estudien cómo el colibrí crea sus patrones coloridos, ya que son muy distintos en su composición con respecto a otras aves. Otra característica que los hace realmente únicos es su vuelo.

Revoloteando sus alas hasta más de 50 aleteadas por segundo, ellos son capaces de quedarse “quietos” o “flotando” de manera estática. Además, pueden volar hacia atrás y lanzarse en picada hacia cualquier dirección a velocidades “supersónicas”. El sonido que produce este aleteo es un zumbido muy distintivo —como un minihelicóptero—, por lo que identificarlos cuando están cerca se hace sencillo.

Lo difícil es escuchar su canto o silbido, ya que, para cortejar a las hembras, los machos producen sonidos perceptibles solo para los de su misma especie.

Para mantener su cuerpo en el aire con sus delicadas alas, los colibríes necesitan mucha energía, la cual obtienen de alimentarse de miles de flores al día. Sus flores preferidas son las más llamativas: rojas, amarillas, naranjas, azules. Sembrar estas flores en nuestro jardín es la mejor manera de ayudarlos en los espacios urbanos y tener la oportunidad de que nos visiten en nuestro hogar. Verlos alimentarse es realmente cautivador. Ellos llegan al néctar con su larga lengua y sin perturbar ningún pétalo ni ocasionar ningún movimiento en la planta. Un día, luego de alimentarse, graciosamente observé cómo el colibrí posado en una rama usaba su lengua para tomar el resto del néctar que estaba en su pico. Otro espectáculo es verlos beber agua de una cascada y bañarse en ella, dándose chapuzones desde todas las direcciones.

Para muchas culturas ancestrales, el colibrí simboliza un ser mágico que actúa de mensajero entre el mundo de los vivos y los muertos. Otras leyendas hacen referencia al colibrí como el que guía o acompaña a los guerreros. En lo personal, el colibrí me recuerda a las hadas o algún personaje de cuentos. La belleza y vitalidad de esta ave no deja de sorprenderme. El colibrí realiza su arduo trabajo como polinizador de la manera más delicada e inspiradora, aun en ambientes extremos. Esta ave con sus cualidades únicas y sutileza tiene muchas lecciones que compartirnos. ¡Dejémonos inspirar por el colibrí! (O)