Durante mi vida he tenido el privilegio de conocer mujeres que han contribuido a formar mi carácter y me han enseñado a hacer el bien y ser solidario. En 1995 tuve la oportunidad de conocer en Quito a Eunice Kennedy Shriver –hermana del presidente John Kennedy–, quien fue fundadora en 1968 de Olimpiadas Especiales, una ONG dedicada a atender a niños y jóvenes deportistas con capacidades especiales. En esa época pude gestionar la entrega del mayor aporte económico para el capítulo Ecuador de esta ONG y conservo una carta de la señora Kennedy, con su agradecimiento personal.

Otra mujer maravillosa que encontré en mi camino es mi querida amiga Helena Najas de Coronel, quien me impresionó por su sencillez, alegría, paz interior, energía y entrega en persona y con su propio dinero para atender a más de 200 niños por mes, que trabajaban en la calle en situación de riesgo.

A Helena la conocí casualmente y enseguida conectamos, y más cuando me invitó al maravilloso centro de Quito a visitar su “casa de paz” como le llamo yo, en donde su Fundación Grupo Aldec atendía con esmero a 206 niños y adolescentes, ofreciéndoles acogida, cariño, comprensión –a veces no la recibían en sus hogares–, un almuerzo nutritivo y apoyo en la educación para terminar su primaria o secundaria y dejar de trabajar en la calle y ser hombres y mujeres de bien.

Helena, llena de alegría y vitalidad, emanaba esa paz interior que menciona el salmo 23, mi preferido, porque es una buena persona que ofreció su vida al servicio de estos niños desprotegidos. La apoyé por varios años y fui parte del directorio de la fundación hasta que me mudé a Guayaquil en 2009. Todavía conservo un diploma de Aldec para Eduardo Salgado y su familia por nuestro afecto, trabajo, preocupación y apoyo por estos niños con pocas oportunidades.

La fundación Aldec progresó al recibir donaciones de oenegés de España, de empresarios y personas amigas dejando de pagar arriendo en la linda casa del centro para mudarse a una casa propia, más grande, moderna y funcional, para dar las clases de soporte educativo, los almuerzos con una gran cocina y horno de pan. El Municipio aportó el terreno en comodato.

Pero en la vida, como nos pasa a todos, de la paz interior que tenemos, a veces vienen imprevistos, problemas de salud, dificultades financieras y malos momentos. La he visitado a Helenita la semana pasada, nos alegramos de vernos como los niños se alegran de ver a los que quieren, generosa como siempre me invitó a almorzar y a hablar de la vida y el futuro de la Aldec. Le dije que una obra que ha atendido y ha ayudado a más de 10.000 niños en 30 años, que ahora son jóvenes de bien y con trabajo, debe seguir adelante, pero me dijo que ya solo atienden a 70 niños, que el presupuesto no alcanza y que su salud no le permite continuar.

Helena cumplió su deber, pero debe retirarse. Ojalá que haya empresas o personas dispuestas a tomar a cargo la fundación y contribuir a un fideicomiso si el actual directorio evalúa continuar y no cerrar Aldec, que ha hecho tanto bien a niños, para el bien de la sociedad. (O)