Los abrazaría, regaría sus vidas y les daría sol. Si tanta ternura tuvo para escribir el maravilloso cuento, por amor a los niños de Las Malvinas lloraría su muerte y todo el mal que les causaron. Lloraría por semejante suerte de los niños de Gaza y si pudiera resucitaría a todos los pequeños del mundo que no los dejaron crecer, a los que crecen entre espinas, a sus padres.

Sabría Antoine de Saint Exupéry si viviera lo que hicieron a los 4 niños de Ecuador en diciembre de 2024, uno de 11 años de edad y los otros entre 14 y 15 (según la Convención de los derechos del niño todo menor de 18 años lo es), pobres y negros, doble motivo para tener peor destino a los ojos de los 16 efectivos de la Fuerza Aérea, que aterrizaron en la calle para “cumplir su deber”. Venían con otros, felices de jugar fútbol y fueron a comprar pan, que les resultó amargo porque aquellos, lejos de cumplir tal deber los detuvieron y torturaron, dejándolos abandonados en Taura, desnudos. El 24 de diciembre, día en que las familias de los menores probablemente aún en su pobreza se hubieran aprestado a celebrar la Navidad, reciben la noticia de que la Policía había hallado varios cuerpos cercenados y quemados. El 31 supieron que eran de los niños. Los ecuatorianos terminamos así el año, con llanto e indignación. Está aún por establecerse la identidad de sus victimarios, ya que el abogado del Comité Permanente de Derechos Humanos declaró que todavía no existe un elemento determinante que verifique que haya sido propiciado el crimen por grupos de delincuencia.

El ministro de Defensa inicialmente ocultó la participación de las FF. AA. en la detención de los chicos, pero se demostró judicialmente que sí sabía, los acusó falsamente de robo, amenazó a la jueza que fundadamente declaró la responsabilidad del Estado en la desaparición forzosa, dentro del juicio del habeas corpus. La amenaza surtió efecto en segunda instancia, donde 2 de tres jueces revocaron la decisión, sin ningún análisis. Así respondió el Estado a su obligación de velar por los derechos de los niños, de respetar y hacer respetar los derechos establecidos en la Constitución.

En las redes sociales algunas personas se hicieron eco de la infamia ministerial y aun cuando hubiera sido cierto el robo, no se justificaban las actuaciones de los militares. Otros, con su silencio proclamaron: “No son de los nuestros”. ¿Y si los fueran?

No es esa la única desaparición forzada en Ecuador, grave delito que involucra en estos casos a agentes estatales que privan de su libertad a una persona, sin dar información o de negarse a reconocer la detención o de informar sobre su paradero o destino, como ocurrió con los niños de barrio Las Malvinas de Guayaquil y de otros 8 menores de edad dentro de los 35 casos (los demás son jóvenes) reportados por la Defensoría del Pueblo, acaecidos desde enero de 2024 hasta marzo de 2025, cometidos por las FF. AA., cuyo papel en el control de la delincuencia aprobó por miedo la ciudadanía en la consulta popular. También hay denuncias de ejecuciones extrajudiciales, también de jóvenes. Necesitamos más Exupérys y Principitos. (O)