Aunque las elecciones fueron hace varios días, el ambiente electoral aún no ha culminado del todo. Los principales medios de comunicación aún hablan del tema, y no es de sorprender, pues hay muchas expectativas y optimismo respecto al futuro, la economía, y la democracia del Ecuador.

Más allá de cuál haya sido la lista que cada uno apoyó, muchos coincidimos en el gran paso que dimos como país y el momento histórico que observamos cuando el candidato ganador se presentó como un presidente conciliador que busca escuchar diferentes posturas, a la vez que el otro candidato aceptaba con caballerosidad los resultados adversos. Es cierto que es lo más coherente y consecuente en una sociedad de respeto, pero nos emocionó tanto porque no estamos acostumbrados a esos gestos de parte de nuestra clase política. Pienso que este acto fue clave para sembrar el optimismo que necesitábamos para confiar en que el futuro será mejor.

Otro signo que nos invita a pensar que vienen días mejores ha sido la respuesta que ha dado la comunidad internacional, pues al día siguiente de las elecciones veíamos cómo el precio de los bonos de deuda aumentaba y que el riesgo país disminuía, lo que, explicado en términos sencillos, representa una reducción de la tasa de interés en caso de que Ecuador opte por endeudamiento externo, lo que podría provocar que bajen las tasas de interés internas, que de ser utilizadas en el agro, impulsaríamos esa actividad que además de proveer alimentos a la población, también dinamiza las exportaciones. Algunos analistas coinciden en que esta mejora en los indicadores es positiva, pero que hay que considerar que aún estamos lejos de los niveles de países vecinos, y para llegar a eso, el nuevo presidente y la Asamblea deben tener agendas de gobernabilidad, que les permitan poner los intereses de los ciudadanos por encima de las pugnas políticas.

Es muy cierto que el presidente que está próximo a posesionarse no coincide 100% con la visión de cada ciudadano, pero lo hemos elegido y él ha tomado el reto de impedir que el país siga cayendo, y que además se pueda levantar con fuerzas. En ese sentido, debemos apoyarlo. Como emprendedores o empresarios debemos aprovechar ese shot de confianza que se ha inyectado en el entorno empresarial tras los excelentes discursos del domingo pasado e invertir por amor al país. También como ciudadanos trabajadores debemos comprometernos con seguir obrando con entusiasmo y con honestidad. Sanar al Ecuador no solo le corresponderá al presidente. Es tarea de todos.

Este cambio presidencial, de gabinete ministerial, y probablemente también de rumbo ideológico (incluso si no era lo que estábamos deseando), debemos interpretarlo como una oportunidad de ver un nuevo amanecer, un nuevo comienzo para mejorar al país, un nuevo despertar para que en equipo podamos resolver los principales problemas que llevan décadas en nuestra sociedad.

La campaña terminó, los políticos de ambos bandos se han tratado respetuosamente en este último tramo, se han tendido la mano y han llamado al diálogo. Hagamos lo mismo, los tiempos de la política ya pasaron, es tiempo de trabajar por un mejor país. (O)