Es bueno para el Gobierno fijarse metas ambiciosas. Sobre todo, cuando tiene problemas por el retraso en la ejecución de proyectos transformadores de la economía nacional. En tal sentido, resulta esperanzadora la oferta de aumentar la producción de petróleo a un millón de barriles en un plazo de cinco años. Es un desafío complejo que requerirá del alineamiento de algunos factores.
Ecuador produce luego de medio siglo 500.000 barriles por día obtenidos de la perforación de 4.500 pozos, que si bien pueden ser objeto de recuperación mejorada o de rehabilitación –hay 1.000 cerrados por bajo rendimiento que pronto serán licitados–, va a resultar necesario promover su expansión, en especial en los denominados megacampos: el ITT, que incluye los bloques 16 y 31 en el nororiente; Pungarayacu, yacimiento de crudos pesados en abandono desde hace ocho años; y el campo Amistad y bloque 6, costa afuera en el golfo de Guayaquil y península de Santa Elena.
La perforación del reciente pozo en Ishpingo por parte de Petroecuador ha sido la cortada de cinta de este proceso que prevé otros 36 pozos que permitirán aumentar la producción en 50.000 barriles hasta fin de año.
Sin embargo, el objetivo del millón de barriles requerirá de una inversión entre 25 y 33 mil millones de dólares, que está muy por fuera de las posibilidades de Petroecuador, teniendo que ser asumida por la empresa privada.
Y uno de los mayores obstáculos para este desarrollo será la obtención de licencias ambientales a fin de permitir una operación restringida en zonas de reserva y parques naturales en la Amazonía.
Entretanto, una urgencia es el proyecto de captación de gas que se viene quemando 24/7 en 391 llameros que tiene Petroecuador. Aunque parezca de Ripley se flamea a la atmósfera, sin beneficio de inventario y efectos contaminantes, el equivalente calórico a 18.000 barriles significando una pérdida de 1,8 millones de dólares al día.
Otro de los problemas por resolver es el cruce de competencias entre el Ministerio de Energía y Petroecuador. Durante el anterior Gobierno se expidió un decreto ejecutivo encargándole a dicha secretaría la concesión/delegación de los proyectos energéticos, incluidos aquellos que corresponden a activos de la empresa estatal, como en el caso del campo Sacha o la refinería de alta conversión en Esmeraldas. En la práctica esto supone entenderse no con una sino con dos instancias burocráticas, cada cual con su propio laberinto.
Ecuador en materia de refinación produce un exceso de residuo o fuel oil que, como bien dice el gerente de Petroecuador, Ítalo Cedeño, se vende “a precio de gallina vieja” para importar derivados caros que, al mezclarlos con los de producción local, arrojan como resultado gasolinas y diésel con estándar Euro 3 cuando deberían tener Euro 5. En este trueque de combustibles, el país pierde no menos de 300 millones de dólares al año que bien podrían servir para financiar, precisamente, el proyecto de alta conversión.
La moraleja de “Más crudo” es que con liderazgo y decisión política hay muchos planes por ejecutar, con rapidez, honestidad y sentido común. (O)