Escuché esta frase a mi amigo Alejandro en la presentación del libro Pega, negro, pega, en Quito. Ella critica los prejuicios contra los afroecuatorianos en tiempos en que la inseguridad mina el pensar y los negros, considerados “cualquieras”, son blanco de toda sospecha. Culpables por ser negros; por su pasado cautivo, reclamar derechos; por soñar un trato justo. Como las pulgas de Galeano “sueñan comprarse un perro” o sus “nadies sueñan salir de pobres”. ¿Quiénes son los “negros cualquieras”? ¿Los no “privilegiados” al no sobresalir profesional, mediática o deportivamente? ¿Los culpables de piel hasta probar su inocencia?
Alejandro recordaba un episodio racista el 2019 en Quito que junto con otras lideresas enfrentamos con inteligencia. Hace poco una activista negra me llamó indignada porque un diario digital solo muestra negros al señalar delitos (aunque otras etnias también los cometan). Ello desliza la idea sutil y persuasiva de que el crimen tiene un color. Teun van Dijk lo denomina “el racismo de la élite”, ligado al racismo mediático y la violencia simbólica analizados por Pierre Bourdieu y el estigma contra etnias resistidas planteado por Erving Goffman; antes enfocado a adultos, hoy también a niños y adolescentes. Se pone una etnia contra otras de su misma clase: “negros cualquieras” versus “nadies” presas del colonialismo del ser, poder y saber.
A inicios del siglo XX, Alfredo Espinoza Tamayo consideró a los negros “raza servil, levantisca, incivilizada, condenada a desaparecer”. Idea latente en una sociedad con residuos coloniales, incitada por cierta prensa, ideologías caducas y algunos pseudolíderes afrodescendientes sumisos al sistema que frena el avance de su pueblo. Ser “negro cualquiera” en época de miedo reviste mayor riesgo. Maltratos, juicios gratuitos recaen contra los afroecuatorianos. ¿Debemos portar un cartel “soy ingeniero, abogado, futbolista, artista, para atenuar la sospecha de la piel? La culpa no es de quien se cambia de acera o asiento; del vendedor tembloroso cuando entramos a comprar, sino de factores estructurales que configuran la pobreza y el estigma psicosocial y sociorracial. ¿Cómo sacar del inconsciente colectivo la aversión contra un color?
Irónicamente, quien “camufló” a los negros en el spot publicitario de la Marca Ecuador 2025, el entonces ministro de Turismo, Niels Olsen, hoy presidente de la Asamblea Nacional, condecora a Moisés Caicedo, nuestro “negro cualquiera”, quien se superó con sacrificios familiares y ningún apoyo estatal, como en tantos casos. ¿Cuánto contribuye este organismo, el Gobierno y Estado en general en la formación de nuestros jóvenes? Doble moral de un sistema que discrimina, relega una etnia, la condena a su suerte, pero tratan de presentarla como logro nacional cuando un miembro le dobla la mano al destino.
Alcemos voces pidiendo que se creen más oportunidades y potencien los presupuestos en salud, educación, deporte, cultura, emprendimientos, para retomar el rumbo y volver a soñar con una sociedad más justa, sin “negros cualquieras”, ni “nadies”, ni pulgas sin perro que les ladre. (O)