Uno de los principios que gobiernan la democracia es que todo orden social se construye, no viene en molde, por eso son posibles las transformaciones en la sociedad. En la democracia lo público se construye desde la sociedad civil, lo público es aquello que conviene a todos, y rebasa ampliamente lo estatal, sin que esto signifique desconocer las instituciones públicas; por eso, una sociedad para vivir y pervivir deberá construir sus instituciones en función de la dignidad humana.

Y con esa idea estaba recogiendo pensamientos sobre la democracia como el de Gilbert Keith Chesterton, que sostenía: “No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la democracia para hacer una revolución”. O como el de Alfred Emanuel Smith: “Todos los males de la democracia pueden curarse con más democracia”; o la de un político español que en los años sesenta sostuvo: “La democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos”.

Todas estas ideas reposan en la aceptación de la premisa de que siempre van a existir situaciones en las que los gobernantes deberán encontrar las soluciones dentro del espacio democrático, pero siempre habrá la tentación de cruzar esa delgada línea para pasar al espacio del autoritarismo.

La diversidad, la diferencia y el conflicto son propios de la convivencia democrática.

La paz no es la ausencia de conflictos; es el resultado de una sociedad que es capaz de aceptar reglas para dirimir el conflicto sin eliminar al otro (ni física, si sociológica, ni psicológicamente), porque en la democracia no existen los enemigos, existen los opositores: piensan distinto, quieren distinto, tienen intereses distintos. Entonces la deliberación social es el instrumento de la democracia para construir los consensos sociales que son la base de la paz.

La democracia implica también estructuras de “pesos y contrapesos”, principio que precisa de la existencia de una simetría en la cantidad de poder que cada una de las ramas del poder público tiene frente a las otras. Así el presidente puede enviar leyes de urgencia económica (peso), pero una a la vez (contrapeso). Los espacios democráticos también implican el respeto a las normas (por ejemplo, que los proyecto de ley sean sobre una sola materia) y la obligación de ejercer las competencias (por ejemplo, que la Asamblea dé trámite a las leyes presentadas por el presidente). Los espacios democráticos implican aceptar y cumplir lo resuelto por los otros poderes.

Pero la democracia moderna también viene contemplando en sus estructuras herramientas para resolver situaciones extremas, como la revocatoria del mandato o la denominada “muerte cruzada”. Repito, para situaciones extremas. ¿Hemos agotado todos los espacios democráticos y de búsqueda de consenso que justifiquen ejercer las herramientas extremas? ¿Hicimos todo el esfuerzo por esos consensos? ¿Somos capaces de corregir errores o de ceder posiciones?

Aprendamos a vivir en democracia y a aprovechar los espacios que nos regala. No hay más tiempo que perder. (O)