Gobernabilidad es la palabra del momento. Ya que cada persona le da su propio significado, no sirve para lograr acuerdos y conseguir una buena administración de lo público, que son los objetivos que supuestamente se buscan. Una vez desgastada por uso y abuso, terminará como la muletilla apropiada para demostrar que, por la culpa de los otros, la gobernabilidad es en sí misma una quimera y volveremos a los desacuerdos. Quizás conviene ir a lo sencillo y dejar la palabreja en los aburridos e intrincados textos académicos y enfrentar la realidad con pragmatismo.

La simple realidad es que el 24 de mayo tendremos otro gobierno tremendamente débil. Su soporte concreto es apenas uno de cada cinco electores, que fue la proporción que obtuvo en la primera vuelta. Continuando con la tradición de todos los gobiernos previos al 2009, estará en absoluta minoría en el Legislativo, lo que le obligará a negociar no solamente cada ley, sino cada artículo de la más pequeña reforma que intente pasar. Además, para seguir con esa costumbre, los demás partidos –o más bien membretes– que adornan el espacio político aplicarán las mil maneras que conocen para sacar tajada de aquella debilidad, aunque eso signifique chuparle la sangre al país. Si a eso se suman declaraciones torpes de sus propios asambleístas, como la de aquel que, siguiendo la escuela de su exjefe, proclama la metida de mano en la justicia para conseguir el apoyo de los corruptos, se asumirá que difícilmente va a haber luna de miel y mucho menos los cien días de rigor.

Por eso y por mucho más, el gobierno tendrá que poner los pies sobre la tierra y aceptar que, aunque sus objetivos sean de largo plazo, deberá moverse en tiempos muy cortos, como si las únicas tareas fueran las que deben ser resueltas de inmediato. El ejemplo claro es la pandemia, que requiere actuar aun antes de la posesión (y por ello llama la atención que no nombrara al ministro o la ministra el día siguiente a la elección, para dar un mensaje claro y comenzar a tratar con las farmacéuticas). Otro ejemplo es la renegociación con el Fondo Monetario Internacional, con la consecuente búsqueda de recursos, que tendría que hacerla antes de que comiencen las protestas y la Asamblea haga de caja de resonancia. Para todo ello será necesario contar con un equipo experimentado en el Legislativo, lo que haría inexplicable, en caso de concretarse, el nombramiento de César Monge para un ministerio (que puede ser echado con el primer juicio político).

Las condiciones y la tradición política ecuatoriana no dan para acuerdos de largo plazo. Más factible es un modesto plan para el primer año, con metas concretas (número de vacunados, tasas de crecimiento y de empleo adecuado, puntos de reducción de la pobreza, ampliación de cobertura e incremento de los bonos), responsabilidades (aprobación de leyes y reformas claramente identificadas, compromiso de inversión privada y crédito) y acuerdo político para impulsarlo. Simplemente, lo posible, un año de transición con la respectiva evaluación.

P. D.: Cuando éramos imberbes luchamos por la eliminación del examen de ingreso a la universidad. Ayudamos a sepultar la calidad de la educación. Ahora nos anuncian que asistiremos a su segunda muerte. (O)