La expectativa que despertó el informe del primer año de gestión del presidente Lasso en los círculos políticos no recaía en el recuento de lo realizado, sino sobre lo que anunciaría hacia adelante. El desinterés por el balance se debía, en primer lugar, a que es de sobra conocido que en la mirada retrospectiva se engrandecen los logros y se minimizan o se ocultan los fracasos. En segundo lugar, todas las personas saben, por su propia vivencia, que hubo una excelente gestión en la vacunación, pero también sienten que la situación económica de su familia ha empeorado, que la inseguridad ha convulsionado la vida cotidiana y que los servicios públicos se llevan el galardón de la ineficiencia. Por ello, el interés estaba en los compromisos que debía hacer el gobernante hacia el futuro. Se esperaban anuncios contundentes y creíbles sobre los temas fundamentales, pero no fue así.

...debe ser zorro para conocer las trampas y león para espantar a los lobos.

No lo fue, porque la mirada hacia adelante se agotó en una lista de chequeo en la que el problema de fondo apenas constó de refilón. La política, entendida como la toma de iniciativa frente a los demás actores políticos, se diluyó en la metáfora del puente, como si no estuviera claro que la otra orilla está repleta de cargas explosivas que ya han sido activadas en múltiples ocasiones. Para construir un puente se necesita no solo que los dos lados estén dispuestos a comunicarse, sino que ambos se guíen por las mismas reglas. Si no es así, en el mejor de los casos el puente solamente llegará hasta la mitad del río; o, con mayor seguridad, servirá para que los atacantes lo crucen con mayor facilidad. Parecía que eso tenía claro el presidente cuando aseguraba que el decreto de la muerte cruzada estaba sobre su escritorio, pero seguramente desde algún lado sopló una ráfaga de ingenuidad y lo hizo desaparecer.

Aunque no hubiera llegado al extremo de anunciar esa medida —que además no cabía en el marco de un informe anual—, si quería dar un giro a su gobierno, Guillermo Lasso estaba obligado a demostrar que desde ese momento abandonaría la actitud reactiva que ha sido la causa de varios errores y, sobre todo, de una actitud errática en lo político. Necesitaba contrarrestar su debilidad, que proviene de la baja votación obtenida en la primera vuelta, la magra bancada legislativa y la ausencia de un equipo de gobierno que comprenda que hay algo más —y mucho más importante— que la economía. Si bien esa condición es congénita, en política los males se pueden superar con voluntad. Fortuna y virtud eran las cualidades que Maquiavelo encontraba en los mandatarios exitosos. La fortuna (suerte) ya la tiene con los indicadores macroeconómicos. La virtud es la condición que no estuvo presente en el informe.

El mismo autor florentino aconseja que el mandatario tenga algo de zorro y algo de león, porque el león no sabe protegerse de las trampas ni el zorro protegerse de los lobos. Por tanto, debe ser zorro para conocer las trampas y león para espantar a los lobos. En otras palabras, el presidente, quienquiera que sea, está obligado a tomar la iniciativa. Es la única condición para demostrar que hay un rumbo claro y dejar de ser rehén del chantaje. (O)