“Ingresé al servicio militar para servir a mi patria, no para ser violada”. Inicia así el terrorífico testimonio de una mujer exconscripta que -venciendo el miedo a la jerarquía, al uniforme, al espíritu de cuerpo, al machismo que viste de estrellas y palas- decidió denunciar las violaciones a las que fue sometida durante su paso por el recinto militar más importante del Austro ecuatoriano, la III División de Ejército Tarqui con asiento en Cuenca.

“…un día durante las fiestas de Navidad de la institución me invitaron a celebrar junto a mis compañeros y compañeras; la salida la encabezaba una subteniente quien me dijo que iba a estar segura. Después de la primera copa que bebí no recuerdo nada más; desperté desnuda, con dolor en mis partes íntimas y con una hemorragia que no paraba”.

Investigan dos casos de abusos sexuales que involucran a militares en Azuay

El desgarrador testimonio continúa con una serie de indicadores de quien se siente sobrepasada por el poder del “orden jerárquico”, y por aclaraciones alertadas con voz de mando en el sentido de que “¡¡¡…así son las cosas aquí!!!”.

El testimonio judicializado profundiza con otras declaraciones de otras citas coordinadas por el poder de la misma oficial acusada de “reclutar” a las víctimas de sedación y violación. Fue llevada –con engaños, asegura– a un hotel, pero fue rescatada por otra oficial a la que logró remitir su ubicación por celular. A la subteniente que la rescató también “la habían violado dentro de la institución militar. No recuerdo nada más, solo que la subteniente llegó a rescatarme y al despertar tenía nuevamente sangrado y un terrible dolor en la ingle, lo que me impedía mover la pierna; no sé cuántos de mis compañeros me violaron, ni cuánto tiempo duró; en esa habitación había al menos cinco personas”.

El caso está en Fiscalía y en la Defensoría del Pueblo; hay cuatro involucrados sometidos a la “justicia” interna...

La mujer conscripta de la denuncia recibe actualmente, a sus 18 años, tratamiento psicológico para recuperar algo de su vida, y física para recuperar el movimiento de su pierna. Es la segunda vez que alza la voz buscando justicia, pues asegura que en la primera ocasión la persuadieron de que levante la querella a cambio de dos mil dólares de indemnización y de “yapa” le propinaron “amenazas de muerte”.

En total suman tres las denuncias que aseguran que en el interior de la institución militar existe una “red” que prostituye a las subalternas. Y una vez que el hecho trascendió a la prensa y a las redes, el general Arturo Velasco, comandante de la III División de Ejército Tarqui cuando ocurrieron los hechos, dijo que sí conocieron el caso, que dieron asistencia psicológica y jurídica a la conscripta y a la subteniente que la ayudó –que además enfrenta un proceso interno por desobediencia por salir sin autorización del recinto militar para ayudar a la otra víctima–.

El caso está en Fiscalía y en la Defensoría del Pueblo; hay cuatro involucrados sometidos a la “justicia” interna y aunque las denunciantes están fuera de la institución, los denunciados siguen ante pelotones de conscriptos, golpeando los tacones de sus botas, levantando la mano derecha hasta la sien ante sus superiores, y bajando la “tullpa” ante la bandera tricolor.

El Ejército ya tiene su propio caso “María Belén Bernal”. (O)