La conmemoración de los 490 años del proceso fundacional de Guayaquil es un pretexto para mirar hacia atrás y descubrir que los valores de entonces no distan de las características de los habitantes de hoy: vocación de libertad, resiliencia, determinación, espíritu comercial, adaptación y construcción desde lo colectivo.

La fundación de la ciudad no fue una lucha individual y requirió de varios intentos entre 1535 y 1547. Se ha fundado varias veces resistiendo ataques, grandes incendios, epidemias, episodios económicos y políticos adversos, pero siempre poniendo por delante el espíritu luchador y resiliente de su gente.

Desde su proceso fundacional Guayaquil ha sido una ciudad estratégica para el Ecuador, solidaria, alegre... Es necesario mirar al pasado para recordar y llenarse de orgullo de lo logrado, pero es una exigencia ver al futuro con responsabilidad, en un presente con graves problemas de inseguridad, pobreza, desempleo, inequidad, falta de transporte y movilidad; déficit de viviendas, desconfianza en las instituciones; lamentablemente, una realidad que retrata al país.

Quienes aman a Guayaquil porque aquí nacieron o porque se convirtió en un hogar cálido para crecer no deben quedarse en un ¡viva Guayaquil! o en un ondear de banderas de un día, sino sumarse a construir un entorno más ciudadano. Exigir a las autoridades nacionales y locales cumplir con las obligaciones que adquirieron al ser elegidos, pero también ofrecer su aporte con acciones que siendo cotidianas hacen de esta una mejor ciudad: sacar la basura en los horarios establecidos, ser buenos vecinos, no cruzarse la luz roja, respetar al peatón, portar placas en sus vehículos, saludar, tratar con respeto a todos, festejar con prudencia...

Claro que una ciudad se forja con gobiernos locales y nacionales que rinden cuentas, que trabajan coordinadamente, que escuchan... Pero también con ciudadanos que proponen, con comunidades que suman. Todos debemos ser protagonistas en el Guayaquil que queremos. (O)