La economía se basa en dos grandes temas en que todos nos involucramos. Uno, la producción, donde se es empresario o trabajador. Dos, el gasto como consumidor o inversionista. Dos temas vinculados, porque se produce para generar ingresos, y con eso pasar del lado gastador (hay el ahorro, claro, pero es un gasto diferido).

Es de interés, pues, de todos que haya producción que genere ingresos para comprar… Parecería un círculo sin inicio (¿primero el huevo o la gallina?), pero sí lo tiene, y es la producción, sin la cual no hay bienes y servicios que intercambiar. Y esa producción depende de empresarios que tomen riesgos, aprovechen oportunidades no visualizadas por otros, contraten trabajadores, y además lo hagan eficiente y productivamente para repartir mejores ingresos (por eso el sector informal de baja productividad no es una solución, solo un paliativo). Los empresarios no crean empresas para generar empleos, pero en el proceso sí necesitan (y mucho) de los trabajadores. En general casi todas las actividades requieren, y seguirán requiriendo (contrariamente a lo que se dice), de personas de carne y hueso, y no solo robots, trabajando (aunque cuantas más cosas hagan los robots, mejor para todos). Lo que sí sucede es que aumenta la proporción de “empresarios” o “personas que ofrecen directamente sus servicios” con relación a los trabajadores en situación de dependencia, porque la tecnología nos lleva en esa dirección. El tamaño relativo de las empresas, o de departamentos con mayor independencia dentro de las empresas, es menor que en el pasado.

¿Por qué, entonces, una empresa contrata trabajadores? Porque crece y necesita más gente en el proceso (aunque la contratación aumenta en menor proporción que el crecimiento de la empresa), o sea, se necesita un entorno general creciente. Actualmente en Ecuador el objetivo es crecer consistentemente alrededor del 5 %, para que la demanda de trabajo crezca hacia 3,5-4 % anual. Y ¿cómo toman esas decisiones de contratar? Con base en el aporte en productividad de cada trabajador (como individuo y como grupo), lo cual depende de la relación entre productividad y salarios, de los procesos de aprendizaje (¿formar a las personas?), pero además la posibilidad de adaptar el trabajo a las circunstancias de la producción (ejemplo: horarios diferentes en agricultura e industria) y comercialización (ejemplo: ventas mayores el fin de semana). Y ¿cuál es el objetivo del empresario? Crecer, ganar más, e idealmente tener un grupo de trabajadores ligados a la empresa, bien capacitados, productivos y satisfechos que ganen mejor (no es tener personal cambiante, mal capacitado, baja productividad y malos ingresos… ¡aunque algunos, sin duda, piensan así!).

De ahí la necesidad de un mejor marco laboral, alrededor de flexibilidad, que no es facilidad para despedir (no es el objetivo, ni siquiera de los ‘malos’ empresarios), sino para adaptar el trabajo al entorno. No es lo mismo una empresa pequeña de baja productividad que una grande con elevada eficiencia, o una persona joven sin capacitación que un adulto con experiencia, o como decíamos, “personas que ofrecen directamente sus servicios”… Flexibilidad es adaptación: eso necesitamos, además de reformas para crecer al 5 % anual. (O)