A excepción de países africanos, el resto del mundo desconocía el impacto y desestabilización que conllevaba la extensión de una enfermedad epidémica, pero con el cambio de década el mundo logró conocer las implicancias de una pandemia global en todo sector y aspecto de la vida cotidiana. Antes de la pandemia ya se hablaba de una cifra inquietante: para el 2030 más de la mitad de la población mundial de niños y jóvenes adultos no contarían con las habilidades ni conocimientos necesarios para participar productivamente en la fuerza laboral emergente.

Hoy, nuestro estilo de vida ya fue alterado y la población económicamente activa, en necesidad de un trabajo digno, requiere de un gran número de conocimientos que de repente se volvieron críticos y esenciales. En el nuevo Informe de la Economía Mundial sobre el Futuro del Trabajo, la tecnología, innovación y pensamiento crítico se posicionan en el ranking de las 10 habilidades más requeridas en el lugar de trabajo para el 2025. De este modo, el sistema educativo recibe un llamado de acción inmediata para actualizar los contenidos de enseñanza en beneficio de la empleabilidad del ecuatoriano.

Las cifras resultantes de estudios por motivo de la pandemia son alarmantes. Tan solo en nuestra región, se estima que para el 2030 de cada 10 personas 8 vivirán de su emprendimiento, por eso la educación debe ser repensada. Más allá de seguir directrices, los estudiantes de todos los niveles deberán tener la capacidad de resolver problemas, potenciar su conocimiento tecnológico y construir habilidades blandas, tan necesarias para emprender.

En lo que respecta al conocimiento tecnológico, Ecuador, a pesar de ser un país diverso, no resulta ser necesariamente inclusivo. Según el último estudio de ONU Mujeres en Ecuador, existe una marcada brecha en el desarrollo profesional de mujeres y hombres en STEM (por sus siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Aunque los últimos años indicaban una mejora alentadora en el cierre de la brecha, la pandemia nuevamente ha retrasado el progreso en el alcance de una participación equitativa de hombres y mujeres. La paridad en las ciencias económicas, políticas y técnico-informáticas era cercana, pero hoy se mantiene una brecha de 4 a 1 en las ciencias matemáticas, ingenierías y afines. El contexto social y cultural impidió que en el pasado se admirara el aporte y liderazgo de la mujer en STEM y hoy el 20 % de las mujeres cuenta con analfabetismo digital en zonas urbanas y el 40% en zonas rurales. La actualidad exige involucrar a más mujeres en las áreas que se convertirán en imprescindibles. El nuevo contexto exige una respuesta a los estragos de la pandemia no desde la vista de la ‘recuperación’ sino desde la ‘mejora’. Antes de la pandemia la inversión en la educación decrecía en la mayoría de los países, por tanto, se requiere de un mayor financiamiento, inclusión y colaboración. La educación no es solo de interés de los entes reguladores públicos sino, principalmente, del sector privado, oenegés, organizaciones de la sociedad civil y academia. (O)