La ciudadanía ha enviado un mensaje importante a varios destinatarios. Es un mensaje crucial al Gobierno para que adopte correctivos en su estilo, objetivos, ritmos y políticas. El presidente tiene aún tres años por delante, tiempo más que suficiente para introducir los cambios que sean necesarios, dar los giros apropiados –muchos de ellos radicales y otros no tanto – y enderezar la nave de su administración. Sería un error mayúsculo el creer que aquí no ha pasado nada y que las cosas continuarán como están tranquilamente. Como pocos gobernantes en el pasado, Noboa cuenta con una bancada parlamentaria importante que le garantiza un margen de gobernabilidad que ya lo quisieran tener inclusive otros gobernantes de la región. A pesar de tener un marco constitucional caduco y rígido, el Gobierno puede liderar cambios legislativos importantes de manera incremental y profunda, y dar así un giro positivo a muchas áreas, sin tener que entrar en conflictos desgastantes con otras instituciones estatales.
No debe perder de vista el Gobierno que los dos grandes problemas que enfrenta el país son el escaso crecimiento económico, que incide directamente en el empleo, y la amenaza del crimen organizado, en particular el narcotráfico. Ambos problemas pueden atacarse con las herramientas que actualmente tiene, a pesar de que las respuestas habrían podido ser más profundas y eficaces bajo un paraguas constitucional más avanzado que el actual. Basta recordar que la antigua base de Manta jamás fue una base militar en realidad, por lo que habría superado fácilmente el examen de la actual constitución.
Otro mensaje va dirigido al correísmo. Dada la mediocridad intelectual y la perversa mentalidad de su líder, es comprensible que él y su gente vean en este resultado un respaldo a su movimiento político. Festejarán probablemente la votación como un triunfo de ellos. Mientras la dirigencia de ese movimiento siga secuestrada por Correa y preocupada únicamente en protegerlo a él y su camarilla, no tienen opción alguna de regresar al poder. Tienen ciertamente una presencia electoral, pero que no necesariamente se traduce en un peso político. Que no son lo mismo. Seguirán jugando a lo que otras muchas organizaciones políticas se han dedicado en nuestro país, extorsionar y bloquear, pero no a gobernar. Es más, la posibilidad de instalar una asamblea constituyente habría sido para el correísmo el escenario ideal para mejorar su posición.
Pero probablemente el destinatario más importante es la propia ciudadanía. Los ecuatorianos al parecer desconfían de las iniciativas constitucionales que provengan de los poderes constituidos. La construcción de un nuevo andamiaje constitucional debe nacer de la ciudadanía. La experiencia que se tuvo en Montecristi con una asamblea constituyente fue fatal para el Ecuador. Hay un justificado temor en extender nuevamente cheques en blanco. Lo que cabe es no desanimarse e iniciar un proceso constituyente a partir de un diálogo ciudadano para identificar los errores y buscar en común las soluciones. Sin la participación de la sociedad civil en el diseño de instituciones más eficientes y democráticas, todos los intentos de hacerlo por otras vías terminan naufragando. Tenemos que aprender a escucharnos entre nosotros en primer lugar. (O)