A través de la historia, la lucha por la libertad ha sido una práctica permanente de aquellos pueblos que estaban sometidos. En Roma, en el año 73 a. C., un esclavo llamado Espartaco se levanta en contra de la opresión de los romanos, forma un ejército de 100.000 hombres, tras sucesivas derrotas las legiones romanas logran someterlo, aunque no logró su objetivo, se creó el mito, la lucha por la libertad se asocia a Espartaco. La resistencia del pueblo español a la invasión napoleónica está patéticamente plasmada en los cuadros de Goya que se exhiben en el Museo del Prado. En Indoamérica, las luchas libertadoras tienen un símbolo: Túpac Amaru, precursor indómito de los movimientos independentistas del siglo XIX; luego, Bolívar, Sucre, Abdón Calderón son referentes históricos en las luchas libertadoras en la América hispana. En nuestro país, precursores como Espejo, Mejía, luego Olmedo, Rocafuerte lucharon por nuestra independencia definitiva.

Durante la II Guerra Mundial, la tenaz lucha de los maquis franceses, a la cabeza de la resistencia en contra de las fuerzas alemanas de ocupación, y la heroica lucha de los partisanos yugoslavos liderados por el mariscal Tito, son ejemplos históricos de cómo se combate a las fuerzas de ocupación extranjeras.

Después de la II Guerra Mundial, Francia reinstala su gobierno colonial en Indochina, luego de la capitulación de Japón que la había ocupado; sin embargo, en mayo de 1954 cae el último de los bastiones del ejército francés, la fortaleza de Dien Bien Phu y con ella más de 80 años de dominio colonial, fueron las tropas del Viet Minh que humillaron al orgullo francés. Con la derrota francesa, Estados Unidos inicia su intervención en el sudeste asiático, con más de una década de una guerra impopular para los norteamericanos, quienes son derrotados y humillados igual que los franceses por fuerzas populares lideradas, en lo político, por Ho Chi Minh y, en lo militar, por el ‘Napoleón moderno’, el general Vo Nguyen Giap.

Por último, la ocupación de Afganistán por la Unión Soviética (1979-1989), durante la cual el pueblo afgano no les dio tregua a los invasores. Luego de casi diez años de ocupación, los soviéticos fueron obligados a retirarse derrotados y humillados.

La intervención de potencias extranjeras en países débiles que han sido sometidos y a los que les han expoliado sus riquezas naturales ha sido recurrente en la historia; pero más dura y cruel ha sido la ‘ocupación’ que han hecho los ejércitos a su propio pueblo; los ejemplos en nuestra región están a la vista: Cuba lleva más de 60 años sometida a un gobierno totalitario apoyado por las llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias; de igual manera Venezuela, cruelmente sometida por una dictadura que tiene el apoyo incondicional de unas fuerzas militares cuya divisa es “socialismo, patria o muerte”; y en Nicaragua, el Ejército Popular Sandinista sostiene a una dictadura represiva y corrupta, peor que la de los Somoza.

No obstante de lo señalado, me hago eco del filósofo e historiador alemán Osward Spengler (1880-1923), que dice: “A última hora siempre ha sido un pelotón de soldados el que ha salvado la civilización”. (O)