El cambio de paradigma que implica la dolarización es de tal magnitud que muchos, sobre todo los que tienen formación profesional de economistas, siguen pensando como si tuviéramos moneda propia. Por eso, muchos hablan de la necesidad de un banco central que “atienda las necesidades de liquidez” y enfrente “crisis de balanza de pagos”. Esto es comprensible dado que el régimen de la dolarización es una rareza en el mundo moderno de monedas nacionales: existen aproximadamente 170 monedas nacionales, de 195 naciones reconocidas oficialmente por la ONU.
No obstante, vivimos en un mundo de “patrón dólar” estando el dólar de Estados Unidos involucrado en 88 % de las transacciones interbancarias de tipo de cambio. Es decir, prácticamente todas las monedas nacionales definen su valor en relación con el dólar. Muchos lamentan que hayamos perdido la capacidad de realizar ajustes en el tipo de cambio al perder la moneda nacional. Pero realmente nos libramos de uno de los peores controles de precio: el de “la mercancía contra la cual se cambian todas las demás”, en las palabras del prócer liberal argentino Juan Bautista Alberdi.
Ecuador no crece porque tiene una serie de políticas que socavan el crecimiento y que nada tienen que ver con la dolarización. Entre 2015 y 2024 la tasa de crecimiento anual compuesta del PIB per cápita de los ecuatorianos fue de apenas 0,03 %. Pero durante el mismo periodo, Panamá, una economía dolarizada con un set de políticas procrecimiento, experimentó un crecimiento de su PIB per cápita de 2 %.
Las crisis de balanza de pagos se dan cuando un banco central, fijando un tipo de cambio nominal, está muy apartado del tipo de cambio real. Estando dolarizados, el banco central no ejerce administración cambiaria, por lo que este escenario es imposible.
Ecuador no necesita administrar reservas de manera centralizada para defender el valor de una moneda nacional (que dejó de existir). Las reservas en una economía dolarizada sirven para atender las demandas de liquidez de la economía, pero no son propiedad del Estado ni del Banco Central, sino de los depositantes. Como explica uno de los principales expertos en dolarización, Manuel Hinds: “En una economía dolarizada, por contraste, solo hay una moneda (en vez de dos) cuyo valor no depende de ninguna reserva mantenida en el país... El valor de la moneda local, el dólar, no está definido por el Gobierno ni el Banco Central de Ecuador (BCE). Se define en términos del euro, la libra o el yen en los mercados internacionales. Ese valor no cambia si Ecuador tiene o no tiene reservas”.
De manera que, al estar dolarizados, el riesgo de una crisis de balanza de pagos tradicional, en la que una corrida contra la moneda nacional pronto se convierte en una crisis bancaria sistémica, no existe. Sí pueden quebrar bancos individuales y sí estamos expuestos a shocks externos e internos por mala fortuna y/o políticas públicas mal concebidas. Al estar dolarizados sin apertura financiera y con un banco central en busca de soluciones para problemas que no existen en una economía dolarizada, sí se crea el riesgo de un contagio desde las finanzas públicas hacia un sector bancario que ha demostrado solidez a pesar de considerables shocks externos e internos. (O)