Desde el inicio de su gobierno tomó conciencia de la carencia de una fuerza legislativa propia, y decidió que si era necesario pactar con el diablo para mantener la estabilidad de su gobierno, lo haría. Luego, se arrepintió a tiempo, tomando conciencia del sacrilegio político que le representaba el pacto, y por esta razón su más valioso apoyo electoral, sintiéndose traicionado, se convirtió en oposición legislativa mayoritaria. No obstante, pasó el Rubicón e incremento el favor popular con el éxito de su promesa electoral de la vacunación.

La falta de recursos económicos para cumplir las demás promesas lo llevó a arriesgarse con el incumplimiento de otra de ellas: la implantación de nuevos tributos, aparentemente para conseguirlo reincidió en su política de pactar con el diablo ocasionalmente, aun con su silente oculta colaboración, para conseguir su objetivo. Esta vez, consciente del riesgo que corría, consiguió los tributos, pero perdió sustancialmente aquel favor popular. Ahora en riesgo incierto con el veto a la ley del aborto.

Aprovechando la oportunidad que le brindaba el descontento ciudadano, se creció el demonio, e inexplicablemente, con varios hasta entonces afines al Gobierno, obtuvo la necesaria mayoría legislativa.

Consiguió una amnistía para desembarcar a sus acólitos y a otros de su bien merecido viaje al séptimo y octavo círculo del infierno dantesco. Ahora con sus huestes remozadas para la lucha electoral próxima, él desafía al Gobierno a medir fuerzas con la muerte cruzada.

El peregrinaje político y sacrificio que representa para el presidente Lasso desempeñar la Presidencia de la República le es agotador, y él así lo sabía y así lo quiso. No obstante, la muerte cruzada constituye para él la peor alternativa, inconveniente e inaceptable como un eventual fracaso electoral, que no está dispuesto a admitir. Hará todo lo posible para gobernar sin este riesgo, haciendo uso de reformas legales y medidas constitucionales.

No ataca, se defiende. Pasa el tiempo sin aprovechar el presidente la mejor arma y oportunidad de enfrentar en las urnas al demonio y sus acólitos. Ofreció consultarnos acerca de la desaparición del CPSCC, del CJ, la creación de la Comisión Anticorrupción, la reforma de la legislatura, y hasta ahora no sabemos ni siquiera el texto proyectado para aprobación ciudadana.

La consulta, prometida y exigida por la ciudadanía para oxigenar la organización política le serviría también como herramienta para medir su popularidad y nivel de aceptación frente a temas cívicamente indispensables. Recuperaría el favor ciudadano disminuido.

Los acontecimientos actuales son propicios para la aprobación y reconquista del favor popular, tan solo promocionando la consulta. Luego triunfador, fortalecido con los resultados favorables, ir al duelo de muerte cruzada. Es verdad que, a veces, el resentimiento popular –a pesar de las bondades de la consulta– ha resultado adverso para otros gobernantes, pero también les desbrozaron nuevos caminos de gobernabilidad.

Bien viene al caso recordarle respetuosamente: ¡presidente, no hay camino, se hace camino al andar!(O)