Se puede afirmar que un hecho destacado del año ha sido la capacidad de supervivencia del Gobierno. En varias ocasiones estuvo en serio peligro su estabilidad, y en más de una de estas se salvó porque se juntaron los astros o quién sabe por qué extraña razón, ya que no fue por su habilidad política. La más clara de esas ocasiones fue la de junio, cuando debió enfrentar la arremetida del golpismo violento de Iza con grupos de choque y escudos infantiles y femeninos como carne de cañón. A la cola de esa asonada, correístas y socialcristianos intentaron derrocarlo por la vía constitucional, pero, al no contar con los votos necesarios, quemaron el cartucho que ahora, en medio de las fiestas, quieren recargar. Esto, junto a las amenazas de nuevas movilizaciones y a la polarización que se producirá en torno a la consulta, deja ver que el 2023 será un año bastante similar al que termina.

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Nuevamente, como hace doce meses, se impone la pregunta sobre la capacidad del Gobierno para dar vuelta a la situación. La duda surge fácilmente debido a la experiencia previa. La crisis de junio se solucionó gracias a la intervención de la Conferencia Episcopal, un actor externo a la política nacional y, sobre todo, por la claudicación del Gobierno ante las exigencias de las organizaciones indígenas que vieron la oportunidad para doblegarlo. Lo que debió ser un diálogo entre un Gobierno que ostenta la representación nacional y unos dirigentes portadores del interés de un sector específico de la sociedad se convirtió en un acoso de estos al primero. Sin embargo, como seguramente se verá en los primeros meses del año que está por comenzar, todo lo cedido será insuficiente porque el asunto de fondo no estaba en los diez temas iniciales y ni siquiera en las decenas que se fueron añadiendo. El problema estaba, está y estará en la combinación explosiva de una acción conspirativa y un Gobierno que carece no solamente de capacidad de respuesta, sino de iniciativa política.

El vacío

Es innegable que en los últimos meses del año el Gobierno ha dado pasos importantes en lo económico o, con mayor precisión, en lo macroeconómico. También lo ha hecho en el plano de las relaciones internacionales con la posición firme en la condena a la invasión rusa a Ucrania, la repatriación de los estudiantes ecuatorianos atrapados en ese conflicto y con la búsqueda de tratados comerciales con varios países. Sin embargo, no hace el intento de trasladar esos logros a la política interna. Incluso, la convocatoria a consulta popular, que es la propuesta más visible y sonora en ese campo, tiene escasa fuerza por la lejanía de los temas propuestos con respecto a las preocupaciones diarias de las personas comunes y corrientes. En medio de todo, declaraciones como la posibilidad de reelección del presidente, solamente contribuyen a debilitarlo más.

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La reciente arremetida de la alianza correísta socialcristiana intenta poner sobre la mesa la posibilidad de la muerte cruzada. A pesar de que quemaron esa posibilidad volverán a intentarla. Hace un año esta era la mejor opción para el Gobierno. En las condiciones actuales sería catastrófica no solamente para este, sino para el país. No puede seguir presentándose a la sobrevivencia como un éxito. (O)