Recordar el amanecer y las campanas de la iglesia repicando, indicándonos que llegó un nuevo día, era el despertar más hermoso, en un pequeño pueblo llamado Vinces Soñar con tiempos pasados en esta tierra de olor a cacao y del café tostado es recordar tiempos de dicha y paz guardados para siempre como la más bella parte de la vida de los vinceños.
Es muy difícil olvidar la quietud de este pueblo acogedor lleno de paz, caracterizado siempre por su gente amable, trabajadora, respetuosa; amante de la naturaleza, de los campos cercanos, de las grandes y fructíferas haciendas a su alrededor.
La generosidad era un valor dominante en esta población; en cada cosecha de frutas llegaban a nuestras mesas grandes cantidades, había intercambio de dulces, manjares y mermeladas, entre familias y vecinos, así era la tierra del cacao de aroma.
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Fue muy placentero ver pasar desde mi ventana a campesinos con sus sombreros y familias saludando muy educadamente, tiempos de grandeza espiritual y moral.
Había fiestas familiares, patronales, con un ambiente de paz y hermandad.
Sin embargo, hoy todo ha cambiado y la gran alegría de vivir en esta tierra quedó como remembranza, a pesar de la belleza natural que posee y los grandes adelantos en su ornato, su torre Eiffel, el Museo en un Castillo, el bello malecón, sus parques, la limpieza de sus calles, su río acariciando la tierra, en la actualidad vivimos sentimientos de tristeza y miedo por la gran inseguridad que se está viviendo en este cantón al desaparecer el valor que más anhela el hombre: la paz que encierra la armonía, el respeto y justicia dando como resultado el bienestar social y humano, todo se ha perdido, ¿qué pasó?, ¿dónde están esos buenos campesinos hacendados, jóvenes y señores de corazón y alma vinceños orgullosos de esta tierra que hoy clama paz y amor?
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Nos toca salir nuevamente al escuchar la añejas campanas que vuelven a replicar su din don indicando que hemos perdido el camino hacia Dios, volvamos a la iglesia, donde tenemos a Dios junto a nuestro patrono San Lorenzo de Vinces recordándonos que nos esperan para pedir perdón por nuestros cambios de sentimientos y falta de amor.
La felicidad es el resultado de la paz y solo la podemos volver a conseguir primero educando espiritualmente a nuestros hijos, así volver al camino recorrido donde los valores universales, la paz y la libertad junto a los valores morales y sociales sean parte de su vida, todo lo demás viene junto al amor de Dios. Vinces clama paz y amor. (O)
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Alicia Carriel Salazar, docente, Guayaquil

















