El resultado de la reciente consulta popular y referéndum, en que el pueblo ecuatoriano expresó mayoritariamente un no a las propuestas impulsadas por el Gobierno, constituye un mensaje democrático de enorme peso. No es un rechazo a la institucionalidad ni un gesto de confrontación, sino una manifestación madura de una ciudadanía que exige ser escuchada con seriedad y respeto.
En democracia, la voz del pueblo es la brújula que debe orientar cada acción del Estado. Cuando la mayoría decide negar su apoyo a determinadas reformas, señala que existen dudas, vacíos o preocupaciones que no han sido suficientemente atendidos. Esta decisión no debilita al Gobierno, pero sí le recuerda que su legitimidad no es automática y que debe renovarse con acciones claras, coherentes y cercanas a la realidad nacional. El resultado revela, además, una desconexión entre la agenda oficial y las urgencias cotidianas del ecuatoriano de a pie. El país clama por seguridad real, empleo digno, medicinas en los hospitales, escuelas que funcionen, justicia eficiente y transparencia en la gestión pública. Y surge entonces una pregunta necesaria, formulada con respeto y con espíritu democrático: ¿están las acciones del presidente, así como sus ejes programáticos en salud, educación, trabajo, seguridad y otras áreas, verdaderamente en sintonía con las necesidades y expectativas del pueblo?
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Este cuestionamiento no busca deslegitimar, sino invitar a la reflexión sobre el rumbo del país. Lejos de ser un tropiezo, el ‘no’ debe convertirse en una oportunidad para reconstruir confianza, fortalecer el diálogo y revisar las estrategias gubernamentales. Gobernar implica saber escuchar incluso cuando la respuesta es adversa; implica ajustar, corregir y volver a empezar cuando la ciudadanía así lo demanda. Ecuador necesita serenidad, compromiso y humildad. Los resultados de esta consulta son un punto de inflexión para replantear prioridades, reforzar la cercanía con la gente y avanzar por el camino del consenso.
Porque en la democracia, la grandeza del poder no está en imponer, sino en comprender. (O)
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Elio Roberto Ortega Icaza, mediador y abogado criminalista, El Coca