Ante tantas pérdidas humanas producto de la inseguridad, sobre todo por sicariatos, balas perdidas o como daño colateral de la delincuencia, tenemos un saldo alarmante de niños huérfanos.

Este es un tema preocupante que genera otro gran problema dentro de nuestra sociedad golpeada por múltiples factores.

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Según estudios y análisis no es extrañar la diferencia de crecimiento o salud emocional en un menor de edad que crece sin su figura paterna, aun cuando somos seres resilientes.

¿Qué nos queda o qué podemos hacer frente a este problema? Primero visibilizar está triste realidad y que las organizaciones de adopción se activen para, en la medida de lo posible, tratar de acompañar estos procesos dolorosos, pero necesarios. (O)

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Cristhiam Carpio Castro, Guayaquil