Ciertos presidentes han equiparado el bitcóin al dólar, supuestamente para ampliar las posibilidades del comercio exterior de sus países. Pero en realidad el bitcóin no es una moneda en el sentido estricto o propio del término.

Las monedas son unidades de valor económico emitidas por Estados, que por ley imponen su circulación obligatoria como medios de pago en la nación, porque representan la riqueza nacional, el conjunto de los bienes y servicios producidos y son reconocidas por los otros Estados como medio de pago en las transacciones comerciales internacionales. Además en cada país, por lo general, hay un banco central emisor, aunque ahora con la dolarización se habla de la no necesidad de tal entidad, cosa que es dudosa. Es decir que cuando una persona tiene en su mano una moneda, detrás de esta hay un país con su economía, su Estado y su ley de respaldo. Por esto las monedas de los países más prósperos, estables y organizados alcanzan más prestigio y transabilidad. Esto no sucede en el caso del bitcóin y de otras criptomonedas como el petro creado en Venezuela. El bitcóin es una criptomoneda que ha alcanzado gran difusión, es convencionalmente un objeto de valor que puede crecer y esfumarse sin que veamos atrás una economía de respaldo, más que la demanda de personas que siguen este juego. El bitcóin es como las estampillas que alcanzan un gran valor mientras haya coleccionistas dispuestos a pagar por estas. Es un objeto de valor atribuido por quienes gustan de darle tal valor, pero no pertenece al mundo real de la economía, de la producción de bienes y servicios, y sus tenedores saben, o deben saber, que no hay Estado ni ley que responda por esta supuesta moneda; no es reconocida en el sistema de pagos internacional, no es más que una ficha de juego y no propiamente una moneda. (O)

César Alfonso Vaca Sánchez, abogado civil, Guayaquil